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En la base el entrenador/a debe ser especialista

    ESTAMOS DE VUELTA al trabajo cotidiano, a las rutinas de la temporada y los entrenadores continúan con esa labor apasionante y complicada. En este puesto es muy importante saber gestionar con inteligencia cada una de las áreas que conforman la preparación de los deportistas y saber delegar y confiar en un equipo de trabajo que termine de cerrar el círculo de una preparación íntegra de cada jugador o equipo. Me gusta diferenciar entre al entrenador/a de la base y tratarlo de forma distinta.

    En el mundo profesional tenemos refrentes importantes, sobresale Pep Guardiola como un entrenador con una metodología muy técnica y psicológica, José Mourinho utiliza una metodología muy táctica, su dios es la periodización táctica y también con un gran componente mental, con Diego Simeone sólo hay un mismo mensaje, tiende hacia una metodología física, de compromiso y sentimiento, Ancelotti tiene una capacidad de gestión orientada a la línea sociológica y gestión de figuras. En la base no tenemos referentes, esos entrenadores no salen en la prensa ni cobran cifras importantes, no llegan al gran público, pero son imprescindibles.

    Ser entrenador es vocacional y debe poseer capacidades pedagógicas de enseñanza y organización, sobre todo en la base, en las etapas de formación de los jugadores. Para la base deberían ser especialistas, tener esa docilidad, esa mano que necesitan los niños en su formación y orientación. Dominarlo métodos de aprendizaje, con conocimientos de fútbol, entusiasta, con claridad, organizado, preparado, estimulante y amante del conocimiento.

    La labor del entrenador/a sea cual sea el deporte al que nos refiramos, es tan apasionante como complicada y no vale cualquiera para desempeñarla. Con los niños/as hay tener interés y compromiso, dotes didácticas, personalidad, sentido del humor, empatía, honestidad, dominio de competencia y conocimientos. Tener presente que un niño no es un hombre pequeño y va a desenvolverse en el área de la técnica relacionándose con un balón y dominarlo, en el área física desarrollando, dominando su cuerpo y coordinándolo con los movimientos con y sin balón, en el área mental llevar a cabo un trabajo que fortalezca a los jugadores/as desde la perspectiva anímica.

    En cuanto a la base, hay que entrenar de forma individual y colectiva, de forma analítica y global, de acuerdo con sus capacidades, según sus posibilidades, y luego, según los requerimientos de la jugada y del juego. Buscar la concordancia en lo físico, lo técnico y lo táctico, con balón y sin balón. Actuar en un entorno estable, donde el jugador/a es el centro tanto sea la actividad lúdica, de tipo social o formativo.

    Los entrenadores están olvidando la formación individual del jugador. Se entrena al equipo en vez de entrenar al jugador. El niño no explora, no descubre, no desarrolla sus capacidades ni la percepción porque está sometido a una estructura y a un comportamiento guiado permanentemente, desde la banda se dirige y se limita a acatar las órdenes como puede ante las decisiones que toma el entrenador de forma continua, aunque pueda explorar otras formas de realizarlo, no le dejan.

    Juegan con el libro de instrucciones en la mano, cuando, sobre todo en las primeras edades, debería ser un juego libre emanando del entender del niño/a, ya habrá tiempo para los modelos. Que los niños jueguen con los niños, con sus iguales. Por la boca pequeña echamos de menos el juego de la calle, aquel que tiene sus propias reglas, donde el niño se explora, es fluir y crear, para subsistir entre los demás con un juego anárquico, con desorden y desajustes, sin posicionamientos fijos, en libertad sin tácticas, sin un entrenador que ordene y en donde sólo los niños con mayor liderazgo dirigían al equipo y muchas discusiones.

    La situación hacía más creativos individualmente y más ingeniosos a los jugadores, con imaginación y su forma de entender el juego. Sin preocuparse tanto del terreno donde se juega ni de los rivales, esos eran factor de dificultad añadido. No tenían un entrenador que les impusiera cómo jugar, aprendía explorando, a defender sus carencias y potenciar sus habilidades, se equivocaban y se corregían e intentaban imitar a sus ídolos divirtiéndose, formándose al mismo tiempo, buscando subsistir. Aquí empiezan a aparecer los liderazgos. Academia o calle las dos formas tienen cabida y edades para su aplicación.

    Los rangos de edades deberían cambiarse por el desarrollo biológico del niño y eliminar de la competición esas diferencias físicas abismales que permiten “abusar” de muchos niños, homogeneizar los grupos y eso no es fácil hacerlo en competición. En los entrenamientos no debería ser un problema agrupar y homogeneizar los grupos de trabajo.

    29 dic 2022 / 01:00
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