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En la casilla
de salida

    LOS veinte años transcurridos entre los atentados contra los Estados Unidos, convertidos en un acto de guerra que justificó la invasión de Afganistán, y la retirada militar de este país esconden la paradoja de haber producido un cambio radical en el mundo y la permanencia e incremento de las condiciones y circunstancias que fueron determinantes en la guerra desatada en el país centroasiático, bien fuera para llevar la democracia y los derechos humanos a un territorio dominado por la aplicación de la ley islámica en su versión más radical, bien fuera para luchar contra el terrorismo.

    La primera víctima de la guerra de Afganistán fue la libertad en los países occidentales, que fueron limitadas para favorecer la lucha contra el terrorismo y evitar la preparación de nuevos atentados, al tiempo que se han producido movimientos que han dado alas a la intolerancia. Sin haber dejado de ser nunca un Estado fallido, Afganistán se encuentra en proceso de volver a una nueva época de oscurantismo con la recuperación del poder por los talibanes de los que nadie se cree la cara amable que presentan en sus primeros días. La operación Libertad Duradera, como se denominó la invasión de Afganistán, ha quedado reducida a un periodo en el que las autoridades afganas sostenidas por Occidente no han sabido inculcar un cambio cultural en el país en el que la corrupción ha sido el modus operandi, junto con los intereses espurios de quienes debían controlar el buen uso de la llegada de los fondos de cooperación.

    Tampoco la lucha contra el terrorismo ha cosechado grandes éxitos. Sí, se evitó que Afganistán fuera el refugio de Al Qaeda, pero en estos veinte años han surgido grupos que han dejado el hueco dejado por la organización de Bin Laden, el Daesh, por ejemplo, y se han extendido los tentáculos del terrorismo yihadista por otras zonas geográficas, el Sahel, el Cuerno de África, Oriente Medio, otros países de África...

    Los países occidentales están blindados contra atentados como los de Madrid, Londres o Paris, o la actuación de lobos solitarios y células durmientes, porque sus sociedades no se dejan chantajear por el terrorismo. Pero en las zonas geográficas mencionadas vuelve a ponerse de manifiesto que la repetición de la estrategia desarrollada en Afganistán sigue sin ser válida, como se demuestra con la retirada francesa del Sahel.

    La derrota sin paliativos en Afganistán ha puesto de manifiesto como en estos veinte años los países occidentales no se habían preparado para una retirada en las circunstancias en las que se ha producido, y cómo se encuentran en un total desconcierto sobre la forma en la que se ha de afrontar la cooperación para llevar la democracia a otros lugares. Ni más libertades ni erradicación del terrorismo yihadista. Nos encontramos en la misma casilla de salida de hace veinte años pero con más interrogantes que respuestas.

    12 sep 2021 / 01:00
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