En la cuna del capitalismo se habla de desigualdad
Hace unos días se celebró en Davos el World Economic Forum (WEF), una cita anual desde su fundación en 1971 por el economista alemán Klaus M. Schwab. Un Foro en el convergen los principales líderes políticos mundiales, los representantes financieros y empresariales más potentes, así como los pensadores y comunicadores de primer nivel. La llamada cuna del capitalismo mundial ha sido protagonista en algo más de medio siglo de discusiones acerca de las crisis económicas, la fluctuación de los ciclos, las agendas de liberalización, la globalización o, sobre todo, de desregulación. Las élites, con una gran red de influencia a nivel internacional, han defendido hasta hacer apología, la globalización y el libre comercio como remedio para todos los males del crecimiento. Pero algo está cambiando.
El año 2020 se marcó en el calendario como punto de inflexión en el Manifiesto, donde empezaron a estar visibles cuestiones como el capitalismo inclusivo, la responsabilidad social corporativa, o la sostenibilidad. Un corto período de tiempo en el que los ultraliberales se han convertido en proteccionistas y la geopolítica ha hecho replegar determinados comportamientos del pasado. Cómo debe estar el panorama para que después de profundizar en temas como la reconstrucción de la confianza en 2021 o la historia en un punto de inflexión en 2022 el WEF haya puesto el foco en su 53 edición en la “cooperación en un mundo fragmentado”.
Proteccionismo y desigualdad, la construcción de una nueva visión de la prosperidad económica, hacia un capitalismo de stakeholders que fomente las tecnologías emergentes de 4IR, un nuevo contrato social que satisfaga la demanda y soluciones a los problemas salariales de los trabajadores, la valoración de los riesgos geopolíticos, el bien común y la equidad centraron el debate, algo que Schwab no se hubiera podido imaginar hace unos años. Una nueva orientación de las discusiones en la que se han tratado los riesgos de un mundo económico complejo, marcado por la incertidumbre y con numerosos cambios disruptivos produciéndose al mismo tiempo.
¿Por qué este cambio tan evidente? ¿Es que acaso las élites se han vuelto benevolentes? No parece, la explicación se aproxima más a lo que se conoce como temor, temor a que el estallido social del descontento acabe por reventar el statu quo actual. Así que, cabría esperar, aunque solo sea por temor, que el próximo año mejore el balance de la desigualdad que tanto diluye a la sociedad. Es preciso un nuevo contrato social, ¡lo dicen en Davos!