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En la diferencia está el crecimiento y el progreso. Y esto asusta

    DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

    Artículo 13. 1. “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”.

    HAY un significado de la palabra rebaño por todos aceptada que se refiere a un grupo de animales de la misma especie que se crían juntos y con un pastor al frente que guía su destino. Hay otra definición sanitaria muy de moda, la conocida como “inmunidad de rebaño”, también llamada inmunidad de grupo o colectiva, que se produce cuando un número suficiente de ciudadanos están protegidos ante una enfermedad. Si el tema acabara aquí, nada habría que objetar.

    El problema surge cuando entran en funcionamiento otras acepciones admitidas pero que son, al menos cuestionables en un caso o directamente nada respetables en otro. Así, rebaño es una comunidad de fieles necesitados de un pastor que guíe su espiritualidad. Y también, rebaño es un grupo numeroso de individuos que se dejan llevar mansamente por las decisiones, opiniones o gustos de otras personas. Ahora sí estamos ante la perversión del lenguaje.

    Los miembros de una sociedad que necesitan y aceptan ser parte de un rebaño, no alcanzan la condición plena de ciudadanos. Más bien se alejan de ese estatus. Además, en el rebaño es consustancial al mismo, la tendencia a salirse del redil, pero no con intención de rebelarse sino para obtener algún privilegio insolidario, saltándose la norma de forma momentánea, para después intentar volver a ella sin que se note o más bien sin que te pillen. Los borregos bípedos se igualan a los de cuatro patas.

    También los hay, que se creen que entendiendo lo que pasa ya es suficiente y de esta forma se consideran fuera del rebaño. No es cierto, muy al contrario con su actitud le dan carta de naturaleza a esta anormalidad sociológica y ortográfica.

    ¿A dónde queremos llegar? Pues a que hay un montón de circunstancias sobrevenidas y claramente dirigidas que están limitando la capacidad de respuesta cívica y generando un modelo de comportamiento social erróneo: la crisis económica permanente, la sangrante brecha social y laboral, la desaparición de la responsabilidad pública hacia los excluidos, la provocada dicotomía que hace posible que convivan ignorancia y poder, la desinformación como fórmula ideal para la comunicación, la mediocridad aceptada en los centros de decisión política, académica, judicial, empresarial, sindical..., entre otras consideraciones, han consolidado la impunidad para con un rebaño que, lo peor de todo, ya se muestra satisfecho de serlo.

    Y por tanto, situaciones excepcionales como la que llevamos casi un año viviendo suelen convertir la incompetencia de políticos e informadores/opinadores en toma de decisiones dirigidas al rebaño sin límites en la manipulación ni en la restricción de derechos. La dificultad del momento no justifica determinadas actitudes. No se puede ejercer el poder solo por tenerlo.

    Es tan necesario reconocer la dificultad de controlar la pandemia y apoyar las decisiones sobre ella, como no olvidarse de la necesidad de reintegrar cuanto antes los derechos de los ciudadanos y estos, ejercer con la responsabilidad que esta condición determina. No perdamos la condición de bípedos racionales, diferentes e inteligentes. Sería una pena.

    08 ene 2021 / 00:00
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