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Energías renovadas

    CUANTO más esperamos del progreso y el avance científico a escala humana, más nos acercamos a nuestra autodestrucción, porque los triunfos que se han ido cosechando son la causa directa de los riesgos que hemos provocado, además de haberse agudizado la desigualdad.

    Al escuchar a Greta Thunberg, me pregunto si es consciente de todo lo que ansía su generación: Prendas de vestir de marca, aparatos electrónicos y un largo etcétera de ventajas con su consiguiente impacto ambiental. La mayoría no va a la escuela caminando, ni lee libros habitualmente o se hace un sándwich en lugar de comida basura. No van a renunciar a esas comodidades.

    Y si eso no está en la mente de los chicos de su edad, algo estamos haciendo muy mal y toda reivindicación se convierte en un simple juego de tronos.

    La modernidad trae consigo la especialización y organización del conocimiento y se piensa que la mecanización y la robotización del trabajo supondrá una mejora del impacto por la vía de la optimización cuando lo que habría que repensar es cómo gestionar la globalización que ha hecho tanto daño en el tejido local.

    No hay una respuesta efectiva que sirva para salir a su rescate de forma permanente. Es posible que la solución no venga únicamente de los poderes públicos, sino de la acción jurídica, mediante la Ley Europea del Clima que pretende afianzar un modelo válido para todos los agentes implicados, ya que las reglas del juego cambian de forma periódica y dificultan la toma de decisiones tanto para las empresas como para las comunidades energéticas.

    En relación a la energía, coexisten hasta ciento cuarenta tipos de normativas de diversa índole, desde que se liberalizó en 1997 este mercado, al menos en nuestro país. Los esfuerzos por estimular las energías renovables y los beneficios fiscales para estas compañías, no han logrado que los indicadores vayan en beneficio de los consumidores, que deberíamos estar consumiendo una energía más limpia y rentable. Me pregunto por qué cuesta tanto crear energía, cuando el propio hogar puede ser una fuente de autoabastecimiento y ahorro.

    La transformación verde de la economía no puede ser una entelequia ni una fórmula para encarecer los precios de los productos producidos de forma sostenible como si fuesen un lujo cuando debería ser lo normal en el modelo Glocal.

    Pero para llegar a unos resultados más democráticos, hay que capacitar en este sector y acabar drásticamente con el individualismo consumista que gira alrededor del principio de competencia, hacia un proyecto colectivo transformador y realmente valioso.

    Hay un lema que dice que no hay un planeta B y si no cuidamos este es muy probable que nunca lo sepamos. Podemos tomarlo a broma, pero el desabastecimiento es algo inminente y la investigación de nuevos materiales y de nuevas formas de reutilización puede dar soporte a una nueva industria más próspera si cabe. El Nuevo Año nos dirá.

    15 dic 2021 / 01:00
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