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Enfermos de miedo

    LA sociedad contemporánea abriga permanentemente un pensamiento de sospecha y miedo a la existencia de posibles tramas más o menos ocultas y nos invita a buscar significados escondidos y a considerar sospechosa cualquier actuación que se aparte de la normalidad. Este pensamiento hoy se magnifica con la infinita multiplicación de voces y puntos de vista que se dan cita en internet y en redes sociales. Las voces autorizadas que en el pasado recibían reconocimiento unánime se han diluido entre información y opiniones contradictorias. Sólo los que tienen herramientas interpretativas sólidas, y nadie puede tenerlas en todos los ámbitos, logra orientarse.

    El entusiasmo de negar, comportamiento propio del síndrome de Casandra, personaje mitológico griego cuyas advertencias sobre peligros inminentes eran desoídas y ridiculizadas, pone de relieve la distancia entre lo que sabemos y lo que queremos creer. Si se niega la realidad y se afirma la fantasía es posible que, en lugar de disfrutar de un sueño, se termine por sufrir una pesadilla. La realidad siempre se impone, por más que se quiera ocultar la verdad.

    En paralelo ha emergido con fuerza una retórica del miedo que es muy útil para los que pretenden dominar y gobernar sociedades o vender productos. El sociólogo Frank Furedi señala que los temores más destacados de la sociedad actual no suelen estar basados en experiencias directas, sino en lo que nos cuentan los medios de comunicación. Desde la generalización de la teoría de que las “buenas noticias no son noticia”, no ha parado de atiborrarse al ciudadano de informaciones tremebundas: todo es malo para el Planeta, todo es malo para la salud, todo es malo para el ser humano; sin ir más lejos, el propio ser humano es malo.

    Las únicas “buenas noticias” de las que hablaba el filósofo Marshall McLuhan, los anuncios publicitarios, se han convertido también en el caldo de cultivo para el miedo y la inseguridad: bombardeo constante de seguros de coche, de incendios de casas, alarmas para robo, alarmas contra okupas, seguros médicos, etc. configuran todo un amplio muestrario de temores y peligros al alcance de cualquier ser que decida sobrevivir en este mundo.

    El fenómeno se hace más evidente en el ámbito de la información sobre salud, un tema que en esta época de pandemia nos toca muy de cerca y donde las informaciones oficiales, a menudo contraditorias, acentuaron la preocupación, la sospecha y el miedo a las maquinaciones de las altas esferas para tratar de controlar a la población. Nos creíamos casi inmortales, y ahora nos da miedo estrechar la mano o besarnos con alguien. El progreso nos parecía infinito y hoy vemos el futuro como un peligro incierto, difícil de controlar.

    Nuestra sociedad ha enfermado de negación y miedo y contra esto de momento sí que no hay vacuna.

    04 mar 2021 / 01:00
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