Entre nanobots, zombis y conspiranoias

Le confieso, don Miguel, que navegué en un proceloso mar de dudas sobre si entrar al trapo de sus abracadabrantes teorías conspiranoicas por la desfeita del covid-19, o correr un tupido velo para no dar pábulo a lo que don Manuel Fraga bautizó como pataqueiradas. Me las despejaron, las dudas, Bunbury el cantante –entiéndase en este caso como adjetivo, no como sustantivo– y Cañizares el cardenal, de quien sospechamos que sería feliz en aquella larga y oscura noche de la Inquisición. Ha despertado usted a un ejército de zombis y no es prudente mirar hacia otro lado ante sus incendiarias ocurrencias.

Lo que a mí me tiene boquiabierto –en estado de turulatez, en puridad– es su afirmación de que el SARS-CoV-2 fue creado como excusa para vacunar a la población mundial e implantarle “microchips o nanobots con el solo fin de controlarla” (sic). Riega usted a conciencia las disparatadas plantas carnívoras que crecen en la selva de las redes sociales: acusa a la Alianza para la Vacunación de inspirar una trama a gran escala para dominar el planeta y, ¡ay, bandido!, ve en Pedro Sánchez un “cómplice de este plan macabro y supremacista” (sic).

Lo peligroso de sus delirantes teorías, señor Bosé, es que las inocula directamente en vena a sus casi seis millones de devotos en sus cuentas de Facebook y Twitter, muchos de los cuales quizás se crean, simplemente porque usted lo vale, que “una vez que activen la red 5G, clave en esta operación de dominio global, seremos borregos a su merced y necesidades” (sic). ¡Qué lastima que no utilice esa capacidad casi infinita de fabulación para soñar utopías, en vez de provocar incendios distópicos!

La realidad es mucho más sencilla, incluso en esta nueva normalidad, que sus delirios conspiranoicos: ni las vacunas contienen metales tóxicos, sino que contribuyen decisivamente a reducir las muertes; ni el matrimonio Gates mueve los hilos de la Alianza para la Vacunación, que se financia con fondos públicos y privados; ni la India ha expulsado a Melinda y Bill, que no han creado una superpolio mortífera; ni el fundador de Microsoft pretende controlar el mundo con nanobots en las vacunas, bulo que levantaría la carcajada si no fuese porque se lo cree un 28 % de estadounidenses; ni, en fin, el despliegue del 5G facilita la expansión de la pandemia.

Se empieza por ahí y se acaba como el arzobispo de Valencia, que ve al demonio en el bicho y sostiene que las vacunas se fabrican “con células de fetos abortados”. ¡Santo Dios!

Que me disculpe don Mario Vargas Llosa por tunear la, quizás, madre de todas las preguntas de la literatura latinoamericana y respóndame, don Miguel: ¿cuándo se jodió el Perú en esa cabeciña suya? Atentamente.

Interésame esa derivada, profesor Rodrik: xa que iso de saírmos máis fortes e blablablá mellor non meneallo, poñámonos as pilas e reflexionemos cara a onde queremos camiñar. Di vostede que os sinais de que se desfacía a globalización eran evidentes xa antes de Donald Trump, e que a gran pregunta agora é se somos quen de imaxinar unha globalización máis inclusiva, ou se preferimos avanzar cara ao precipicio do unilateralismo abandeirado polo insensato inquilino da Casa Branca, que tan a gusto se move no escenario do ruído e da furia.

Confirma, en fin, o que moitos sospeitamos hai tempo: que a pandemia serve de desculpa para (case) todo e tamén funciona coma unha lupa que deixa ao aire as tensións latentes dende hai décadas na economía mundial. Morreu a globalización? Non, o que agoniza é esta hiperglobalización que exacerbou a desigualdade.

Comparto a súa receita para equilibrar a economía global con maiores investimentos na sanidade pública para blindármonos fronte novas pandemias, profesor Rodrik, e con máis atención aos estragos do cambio climático. Di vostede: “Se lle deramos a mesma importancia á Organización Mundial da Saúde que ao FMI ou á OCDE, irianos mellor”. Exactamente. Siga con saúde.