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¿Es esta la Guardia Civil de Tráfico que queremos?

    Presenta el ministro del Interior los datos (provisionales) de víctimas de accidente de Tráfico a lo largo de 2022 y contemplamos que las cifras vuelven a incrementarse con respecto al año anterior rompiendo la buena racha anterior dando la razón a aquellos que mantienen que la política de mano dura empieza a quebrarse. Puede que tengan razón los que lo piensan.

    Lo cierto es que mientras los accidentes y las víctimas mortales vuelven a subir de forma moderada las multas de Tráfico no han dejado de crecer. En el 2021 la DGT, el Gobierno de España, batió el récord de sanciones impuestas ingresando en las arcas públicas 444.347.376 euros, un 8,1% más que los 408.535.274 euros de 2019, y superando los 413.254.703 euros de 2015, que era la marca más alta en nuestro país. Para 2022, según reconoció Pere Navarro, el director general de Tráfico en sede parlamentaria, se habían presupuestado unos ingresos por multas de 366 millones de euros en multas, un 3% más, aunque el propio Navarro reconoció que desde 2015 siempre se quedan cortos y acaban ingresando entre un 6 y un 7 por ciento más.

    Esos 366 millones de euros en sanciones que desembolsamos todos los ciudadanos representan más de un millón de euros diarios, 42.000 euros a la hora, pese a que el grueso de las multas son cantidades menores. Ya lo dijo el director general de la DGT: “En cuanto a las sanciones, ya sabe que la política que tenemos nosotros siempre es la de que nos gusta que sean muchas pero no altas; muchas y que se paguen, pero no altas”.

    Si le añadimos las tasas de Tráfico, y siempre de acuerdo con las cifras que maneja Interior, muchas de ellas relacionadas con los expedientes sancionadores nos encontramos con que los ingresos por este concepto pueden superar los 500 millones anuales.

    Está bien que exista control sobre la conducción ya que las cifras de fallecidos de finales del siglo XX eran inasumibles por parte de una sociedad moderna, pero aumenta la impresión de que ahora prima el criterio recaudador frente al de la seguridad.

    Vamos con dos ejemplos bien recientes. Finales de diciembre tres hombres (dos mayores de 70 años y el tercero con más de 60) circulaban por la N-550, dirección Caldas de Reis-Pontevedra cuando en la rotonda de Valsordo un agente les detuvo en un control de Tráfico. Alcoholemia al conductor con resultado redondo 0.0. El guardiacivil no debió quedar conforme y revisó las ruedas, giró alrededor del vehículo como buscando algo que sancionar. Se supone que aún no había llegado al cupo. De pronto se dio cuenta: el pasajero que iba en el asiento de atrás no llevaba puesto el cinturón de seguridad: multa al canto sin atender las explicaciones. No entiendo el gallego llegó a decir.

    Unos días después en la carretera AC-543 muy cerca de Santiago en otro control de alcoholemia el agente hace soplar a un conductor. 0,36 en la primera prueba (por encima del máximo legal permitido) y trece minutos más tarde se repite: 0,39. El guardiacivil, una vez que el infractor rechaza contrastar el resultado, hace constar en el parte de denuncia una verdad: que “no se observan síntomas en el denunciado” y le permiten seguir su camino pese a que el resultado era de 0,36 MG/L en el primer control y 0,39 en el segundo; es decir, no había bajado la tasa de alcohol en sangre y lo dejaron continuar. ¿Se antepuso el criterio recaudador al de la seguridad? Que sea el lector que haya llegado hasta aquí quien juzgue antes de la primera y última pregunta: ¿ es esta la Guardia Civil de Tráfico que queremos?

    10 ene 2023 / 01:00
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