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España vaciada, España incomunicada

    LA mal llamada España vaciada está, en realidad llena, llena de posibilidades, de recursos naturales, la mal llamada España vaciada es, en realidad, la despensa de la España saturada y un territorio sediento de soluciones que nunca llegan o siempre se retrasan.

    Lugo y Ourense, o por decirlo de otro modo la mitad de Galicia, se encuentra en el grupo de las provincias en las que entre un 20 y un 40% de la gente que nace en el territorio acaba por abandonarlo, y es que los territorios necesitan servicios, infraestructuras y oportunidades laborales para sobrevivir y nada de esto se consigue sin disponer además de conexiones.

    Cuando estudiaba la carrera, ir en transporte público de Lugo a Santiago de Compostela un sábado era imposible si pretendías hacerlo a partir de las cinco de la tarde, o por lo menos imposible en un tiempo razonable, siempre quedaba la poco atractiva opción de enlazar autobuses pasando por ciudades que quedaban fuera del trayecto normal del viaje, pero en todo caso imposible si pretendías llegar en menos de tres horas a la ciudad de destino.

    Descubrí pronto que vivir en la provincia de Lugo, pretender estar conectada y no renunciar a las posibilidades que sí había en otras zonas geográficas requería disponer de carnet de conducir y coche, o muchísima paciencia y pocas obligaciones en la agenda.

    Reconozco que la situación llegó incluso a motivarme en mis estudios de Derecho, ya que me prometí a mí misma que algún día buscaría una fórmula de solucionar esa situación. Finalmente no lo conseguí, pero llegué incluso a poner una reclamación a la empresa concesionaria por no cumplir debidamente el servicio, ya que no fueron pocas las ocasiones en las que me quedé en tierra por no movilizar los autobuses suficientes para cubrir la demanda correspondiente a cada horario.

    Pasada la indignación del momento decidí desistir y no gastar energía en batallas con pocos visos de solucionar un problema que, en realidad, era una cuestión estructural que iba mucho más allá de la diligencia de una empresa de transportes.

    Descubrí pronto que se trataba de una cuestión de voluntad y sensibilidad política, lo vi claramente en un desayuno-coloquio de un político gallego con un grupo de empresarios. Allí aproveché para pedirle a ese político que buscase fórmulas para conectar Lugo con Santiago por tren, fórmulas que nos permitiesen conectar la provincia para que algo tan habitual en otras ciudades como, por ejemplo, organizar un congreso a nivel nacional no fuese una labor imposible.

    Su respuesta fue que cualquier opción en ese sentido no era rentable, mi réplica era predecible, las políticas públicas no pueden medirse únicamente en términos de rentabilidad económica, requieren introducir las variables de equidad y servicio público.

    Ese político era, por aquel momento, ministro de Fomento y por lo tanto el responsable de nuestras conexiones, podéis imaginaros mi frustración con esa realidad que una y otra vez se manifestaba inamovible por mucho que me resistiese a aceptarla. De esos barros estos lodos.

    Hace menos de un mes el Gobierno comunicó que los trenes Avril tardarán todavía “meses” en llegar a Galicia y mientras tanto la sangría poblacional continúa a un ritmo que no nos podemos permitir. Cada uno de esos meses decenas de jóvenes seguirán emprendiendo un viaje de ida con difícil, o por lo menos, incierto retorno.

    La mal llamada España vaciada necesita compromiso y seriedad y, sobre todo sensibilidad, la misma que brilla por su ausencia cada vez que Galicia vuelve a colocarse al final de la lista de prioridades. La España mal llamada vaciada se muere cada día un poquito más, junto con su rural, sus ilusiones y todas esas oportunidades que nunca se materializarán.

    24 ene 2023 / 01:00
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