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Esperando once años para esto

    LOS años santos o años xacobeos, que así los iguala la oficialidad, se celebran cada vez que el día 25 de julio, festividad del martirio del Apóstol Santiago y día de Galicia, coincide en domingo. Para que esto ocurra tiene que cumplirse el siguiente intervalo de años: 6, 5, 6, 11. O sea, que cuando estábamos a punto de cumplir el interminable ciclo largo, el de los once años, viene la pandemia y nos coloca en una tesitura indescriptible. Ni el campus stellae, ni la vía láctea, ni todos los psicoanalistas de la quinta provincia juntos, son quien de sacarnos de este pozo. Estamos a punto de desaprovechar una de las 14 veces que esto sucede en un siglo. Vaya cara se nos ha quedado.

    Entonces y a la vista de la falta de alternativas en el entorno espiritual, tendremos que confiar en la puesta en marcha de la imaginación colectiva. Parece imposible cambiar la coincidencia en domingo por otro día y así alterar la rotación. No tendría justificación religiosa. Es una lástima, ya que todo parece indicar que el 2022 será un gran año. Aunque miedo da que, de nuevo, solo el cero y el dos conformen el número. Lo dicho, que va a ser un fantástico año.

    Siendo así, parece que “os tempos son chegados” para asumir que al menos en la primera mitad del próximo año, o incluso más allá, las expectativas no son favorables y que sería importante, muy importante –para recuperar el ánimo del ciudadano–, que se empezaran a definir las bases de una innovadora y moderna oferta. Casi nada va a ser igual y sin embargo, en lo nuevo seguro habrá una gran oportunidad.

    Partiendo de la impronta demostrada que supone el Camino, urge elaborar, sin demora, la estrategia que aumente la llegada de visitantes y alargue la permanencia en la ciudad y en Galicia, sea o no año santo/xacobeo, cumpliendo así una vieja aspiración siempre aplazada. La continuación a Fisterra e incorporar el concepto del retorno como parte de los caminos, “caminos de ida y vuelta”, son opciones a potenciar. El diseño de una nueva y atractiva forma de recorrer Compostela e involucrar al ciudadano en la relación con el peregrino y visitante, le daría una vivencia de calidad a los de fuera y sobre todo a los propios.

    El convertir la ciudad en un punto de encuentro universal en el que ocurran cosas relacionadas o no con el camino: una Compostela a la que merece la pena venir peregrinando o de otra forma en cualquier momento. Y para ello, una Galicia que se aprovecha sin complejos de este fenómeno, dejando las luchas cainitas archivadas en el olvido. Por cierto, tampoco es momento de cuestionar ni barcas de piedra, ni que fue de los que remaban la famosa embarcación, ni identidades de restos apostólicos, ni sistemas de orientación estelares, ni que significa exactamente la indulgencia plenaria. No ha lugar.

    Es posible que ahora más que nunca, no exista una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión. Alea Iacta Est y Carpe Diem, que como dijo un recordado e ilustre picheleiro (Juan José Moralejo Álvarez), “no es más que no montarse pirulas para largo y disfrutar el hoy sin abrirle mucho crédito al mañana”. ¡BUEN CAMINO!

    29 oct 2020 / 00:00
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