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Estimado peregrino...

    ALFONSO II el Casto volvería raudo y veloz al mundo del más allá si viese en qué ha derivado, por momentos, aquélla iniciativa suya de peregrinar a Santiago y promover el culto al Apóstol. Este 2022 está dejando récords de visitantes en muchos de los caminos a Compostela al tiempo que reactiva la industria turística. Maravilloso. Estamos batiendo récords otra vez. Pero, por desgracia, ha sido el año en el que también se está produciendo una importantísima reducción de mano de obra en el sector servicios, al menos en los caminos de Galicia. La operación matemática es fácil: más trabajo y menos quien lo haga. Súmenle el factor “verano” y tendrán un peligroso cóctel que lleva tiempo a punto de explotar.

    Por otra parte, y vaya por delante que no quiero generalizar ni criminalizar a los peregrinos, pero sí hay un porcentaje bastante importante en período estival que concibe el Camino de forma muy alejada a su primigenia conceptualización. Grupúsculos de personas que durante los cinco días de Camino (Sarria-Santiago) viven la experiencia a modo “salvaje” con bebida a mansalva, hospedaje muy económico y etapas que muchas veces acaban realizando en taxis o autobús. Y Magaluf en el horizonte...

    Al hilo de la llegada a Santiago de los doce mil de la PEJ (sumados a las cifras habituales de antaño de turistas y peregrinos) he leído tibias declaraciones de diferentes colores políticos. Y visualizando el Camino como proveedor de riquezas materiales y espirituales, a mi humilde entender, hay que mojarse, señores. Cierto es que el peregrino genera cifras de negocio impresionantes, que es un sector a cuidar, tenemos la idiosincrasia de Santiago y un largo etc. Pero también hay cara B y está en los ciudadanos que residen en todos estos núcleos. Los gritos, las canciones (a cualquier hora), las fiestas donde pille, la basura repartida por doquier, las entradas en fincas/recintos de viviendas para hacer botellón (con sus correspondientes residuos) y luego tenemos el summun absoluto: la incapacidad de muchísimos de estos caminantes estivales de distinguir o diferenciar las aceras y/o pasos de peatones de los lugares por donde pisan. El Camino creará un nuevo deporte viral: esquivar al peregrino.

    A poco que uno se deje caer por lugares como Portomarín, Sarria, Palas, Arzúa, Melide, Arca...cambian los escenarios pero los comportamientos son idénticos. Muchos titulares de establecimientos de hostelería repiten la misma retahíla: exigencias histriónico-absurdas, malos modos, comportamientos salvajes (léase suciedad extrema, destrozos en mobiliario, tirar toda la basura por el suelo, botellones donde cuadre...etc.) o incluso amenazas con malas reseñas si no cumples sus expectativas/demandas.

    El sector de hostelería y hospedaje vive uno de sus veranos más difíciles en Galicia en los últimos años. La reciente llegada de la PEJ a Santiago ha contribuido a visibilizar una situación que lleva años registrándose tanto en Compostela como en muchos otros puntos xacobeos. No es la primera vez que reflexiono en estas páginas sobre la insistencia, además de los derechos, los deberes de peregrinos (extensibles a turistas, visitantes, etc.) o la necesidad de establecer más medidas de control públicas. E insisto en que hay miles de personas respetuosas y conscientes del significado del Camino. Pero hay muchas que no. Que lo desvirtúan.

    El problema es que, para regular, no vale la política amable de la sonrisa y el estrechamiento de manos. Es necesaria determinación, mucho diálogo con todas las partes implicadas (que no son pocas) y, sobre todo, las tres v: voluntad, valentía y vehemencia. Menos sonrisas y más acción.

    18 ago 2022 / 01:00
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