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Felipe González y el abrazo del oso

TODAVÍA recuerdo, aunque ya llovió, ya, los gritos del mocerío femenino español entonando el estribillo (para qué nos vamos a nadar con tapujos) que proclamaba “Felipe-capullo-queremos un hijo tuyo”. Tan halagüeña consigna tenía detrás a un Felipe González con diez millones de votos e idéntica cantidad de ilusiones o más. Él soñaba en una España autonómica más igualitaria y homogénea. No faltó empeño y esfuerzo en tan urgente empresa. No faltaron mejoras... pero siempre hay un “pero” y a veces más de uno. Primero, la demencial pesadilla de ETA con su diaria procesión de víctimas. ¿Han visto ustedes mil cadáveres juntos? Yo, tampoco, y ojalá nunca los vea.

Luego vinieron otras cosas: el caso del negocio del papel del BOE, el del Gobierno sevillano del “hermano de Alfonso Guerra”, el estallido del tejerazo, las deslealtades y egoísmos del nacionalismo...Pero lo bueno, todo lo bueno es en esencia, breve. Aún no lo tuvimos y ya lo hemos echado a perder.

Un tal señor Zapatero emergió de un nuevo socialismo, distinto y desconocido; el socialrevanchismo, que vino fundamentalmente a enfrentarnos, dividirnos otra vez en la desdicha de las dos Españas, repartiendo certificados de víctimas y verdugos, de culpables e inocentes, de los merecedores de memoria y de los abyectos y criminales. Los primeros se pusieron a hacer, por su cuenta y con su voz, el relato de lo vivido, el opuesto relato de la revancha y el oprobio, del ridículo de borrar los nombres de las calles (hasta las que homenajeaban al buen Cervantes) para que al borrarlos, eliminasen a los muertos a quienes recordaban. En esta operación de fraude revisionista hemos mejorado intensamente. En ello seguimos, entre ocurrencias, mentiras y desafueros.

Estos días se nos recuerda a la ETA y, por tanto, el señor Otegi abre los telediarios, ¡todos!, imponiéndonos su solvencia ética y su amnesia temporal, a conveniencia. Tiene valiosa mercancía para venderle a su aliado jefe, que, como ciertos metales, es dúctil y maleable en lo que pueda ser material de compraventa política. Yo el Supremo es así. En beneficio, al parecer, de quienes no fueron ni consultados. Todo se argumenta, valora y negocia. Todo, hasta con casi mil muertos y miles de familiares de por medio. Los muertos también sirven. Frente a todo eso yo solo creo una cosa. Nada ni nadie podrá justificar nunca quitarle la vida a un ser humano; por eso, lo que no puede ser, no puede ser. Punto final. Se acabó. Fin.

Quienes sabemos que el PSOE vinculado a Podemos es, clarísimamente, otro PSOE, ni un punto de comparación, hemos sentido la humillación a la que se sometió Felipe González en el abrazo del oso con el camaleónico Pedro el Supremo. Quien participa o está en eso, otorga. Y no hay disculpa ni justificación que valgan. ¿Detrás de actitudes como esa puede existir algo digno de pertenecer a la condición humana? Para mí, no.

Con demasiada frecuencia los seres y las cosas, al final, se degradan y envilecen. Más vale, entonces, retirarse a una vida privada digna. Lo hecho, hecho está y andar entre dimes y diretes haciendo el zascandil y removiendo el politiqueo cuando ya no cuentan contigo, es ridículo e impresentable. Mal, don Felipe, mal. No se arrastre de ese modo por el barro. Luego no se podrá levantar.

31 oct 2021 / 01:00
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