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Final de curso

    ESTA semana terminan las clases de un curso atípico que comenzó con una mezcla de miedo e incertidumbre y del que nos despedimos más confiados, pero con pocas certidumbres.

    A pesar de que la vacunación hace ver la luz al final del túnel de la pandemia, la “nueva normalidad” seguirá acompañándonos y comenzaremos el curso con mascarillas, grupos burbuja, distanciamiento y reuniones virtuales.

    Por el camino, ya somos especialistas en reconocer estados de ánimo a través de los ojos del alumnado, hemos explotado al máximo nuestras laringes y experimentamos toda suerte de metodologías que se acomodasen al distanciamiento establecido y a los confinamientos.

    Concluimos el curso con máster en reconocimiento de voces, medición de temperatura y apoyo tutorial a la angustia del alumnado.

    Los equipos directivos y todo el personal de los centros ha demostrado su valía, sacando horas de su vida personal y las familias han colaborado mostrando a sus hijos e hijas el valor de la ciudadanía responsable.

    Pero si tuviésemos que aplaudir a un colectivo, sería al de nuestros niños y niñas que han sabido vencer sus temores iniciales solidarizándose con sus compañeros confinados, respetando las normas, aunque tuviesen que adoptar posturas propias de malabaristas para ver la pizarra, armarse de mantas para combatir el frío o inventar juegos sin contacto para las fiestas de fin de curso.

    Han hecho lo que tenían que hacer y nos han demostrado con creces el valor de la resiliencia, de la adaptación y del optimismo en tiempos difíciles.

    Es un buen momento para hacer balance sobre lo que hemos aprendido que ha sido mucho y de lo que nos queda por hacer.

    En positivo, haber logrado llegar a un final de curso normalizado, habituarnos al uso efectivo de la tecnología en el proceso de enseñanza aprendizaje, colaborar intensamente con las familias y haber cribado los contenidos y procedimientos esenciales en las programaciones. Por el camino, y aunque nos hayamos dejado la piel en ello, no siempre hemos podido dar a cada alumno las herramientas y el apoyo necesario, especialmente a aquellos que más lo necesitan.

    Esperamos que el sentido común rija las reuniones de evaluación y no los sobrecarguemos de trabajo en un verano que necesitan, más que nunca, para descansar.

    Un buen momento, también, para que la Administración reflexione y planifique el curso 21-22, manteniendo la disminución de ratios, incorporando enfermerías en los centros o actuando ante situaciones inadmisibles en un país desarrollado como la privación lingüística que está sufriendo el alumnado sordo, entre otras acciones.

    Mientras tanto, ahora toca recuperar energía, mantener nuestro optimismo para un nuevo curso también diferente y con una nueva ley educativa y seguir cultivando la ilusión por enseñar. Los chicos y chicas nos han demostrado que es posible, así que no podemos defraudarlos.

    23 jun 2021 / 01:00
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