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Finales

Toda mi vida he sentido verdadera pasión por los finales perfectos, demoledores. En los libros, en las películas, en todas y cada una de las obras teatrales, y, por supuesto, en los acontecimientos deportivos. Ahora mismo me vienen a la cabeza ejemplos casi devastadores. Pienso en algunas novelas de Agatha Christie. Si ya la obra original es tremenda e ingeniosa hasta extremos delirantes, la adaptación cinematográfica de Testigo de cargo, dirigida por un genio llamado Billy Wilder, es absolutamente magistral y ejemplar. Hay chispa en cada esquina. Sin dejar de tener su aspecto dramático, que lo tiene, sin lugar a dudas, su sentido del humor es cáustico. Como muestra, el recordatorio que le hace su enfermera (proverbial Elsa Lanchester) al iracundo abogado (el incomparable Charles Laughton): “Las dos y treinta, Sir Wilfrid; la hora de nuestra siesta. A la camita... Ahora hemos de irnos arriba, desnudarnos y descansar...” A lo que le responde el interfecto: “¿Los dos? ¡Qué nauseabunda perspectiva...!” A esos dos monstruos los acompaña un elenco de peso: la misteriosa Marlene Dietrich, el excesivo pero efectivo Tyrone Power y un montón de actores de genio entre quienes nos encontramos a Una O’Connor, la que fuera la madre del héroe en otra obra maestra, esta vez de John Ford: El delator. Pues bien: Testigo de cargo es absolutamente imprevisible. Redonda...

...Y LOS DEPORTES. Podría citarles varios cientos de finales de antología. Me relamo sólo de pensar, por ejemplo, en el último capítulo de Millenium, la saga de Stieg Larsson (a quien tuve oportunidad de conocer en Estocolmo, cuando asistí a la entrega del Nobel a Camilo José Cela; por supuesto, años antes de que se publicara, póstumamente, su obra) en donde acaba de aterrizar toda una trama conspirativa contra la outsider Lisbeth Salander (decía Mario Vargas Llosa que estaba entre sus personajes preferidos) orquestada, entre otros, por el hijo de la gran puta que es su antiguo psiquiatra Peter Teleborian. El triunfo de la venganza en su estado puro. O el sorprendente final de Fargo (la serie). O en el cierre de la antológica Homeland. Pero, como decíamos antes, hay más. Están los acontecimientos deportivos. Últimamente hemos visto algunos que son sorprendentísimos. Como la final del Open de Australia de Rafa Nadal. Algo increíble. Pues bien. Este miércoles pasado vivimos, retransmitido desde el Santiago Bernabeu, el partido de octavos de final de la Champions entre el Madrid y el PSG. Toda la prensa especializada aventuraba la probable derrota del Madrid. Y el culpable sería Mbappé. ¿Lo vieron? Pues no. El héroe, aquí, fue un señor llamado Karim Benzema... Hitchcock puro y duro...

14 mar 2022 / 01:00
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