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Fumar y contagio de covid-19

    PARA que nadie vaya a escandalizarse de lo que escribo hoy, hago profesión de fe. Declaro solemnemente que soy contrario al hábito de fumar, porque estoy convencido de que el tabaco es perjudicial para la salud, como también lo es el alcohol.

    Las autoridades políticas tienen un dilema difícil de resolver. Luchan de una u otra manera para erradicar el consumo de tabaco, pero por otra –si echan cuentas– los veo poco dispuestos a renunciar a la enorme cifra que reportan al Estado los impuestos con los que se recargan los productos derivados del tabaco. En España, concretamente, el 80 % del precio final (el Gobierno ha anunciado que lo aumentará aún mas). Compárese con el “sólo” 42 % que tienen de recargo las bebidas alcohólicas. Ese 80 % de impuestos, en 2018, supusieron 9.000 millones de euros a las arcas públicas. Eso es lo que dejaría de recaudarse, si mañana, las medidas antitabaco y la persuasión de la Administración convencieran a todo el mundo para que dejara de fumar. Eso sin contar las plantaciones y fábricas que cerrarían con el consiguiente paro que se crearía.

    Todo esto viene a cuento a que el Sr. Feijóo, secundado por otros mandatarios políticos, haya prohibido fumar en las terrazas de los bares y cafés y en la calle en general. A no ser que se garantice al menos dos metros de separación del resto de la gente.

    En un principio me pregunté qué tenía que ver el feo vicio de fumar con la mayor posibilidad de contagiar a los demás. La medida fue aplaudida hasta desollarse las manos por los neumólogos, firmes partidarios de erradicar el fumar, como sea.

    El otro día leí la explicación del fenómeno en una entrevista que le hicieron a D. Germán Peces-Barba, mandatario de la sociedad española de Neumología y Cirugía Torácica. La explicación que dio fue la siguiente más o menos “la nicotina y los otros productos que contiene el tabaco no influyen en la transmisión de la enfermedad, pero sí tiene importancia el que los fumadores, al inhalar el humo, hacen una gran aspiración y por lo tanto la espiración del aire también es profunda, con lo que expulsan una mayor cantidad de virus, si están infectados”. Lo cierto es que no todos los fumadores lo hacen así. Por ejemplo, los fumadores de pipa o de puros, no suelen inhalar el humo, pero vamos a dar por buena la explicación del experto neumólogo.

    Para reafirmar su argumento sobre las grandes espiraciones que hacen los fumadores, las comparó D. Germán con las que hacen los que hablan a voces o cantan. Es decir, que los infectados no fumadores vociferantes o cantantes tienen la misma capacidad infectiva que los fumadores, según se desprende de lo dicho por el Dr. Peces-Barba.

    Y ya puestos a dar por bueno el argumento, el mismo riesgo de alta infectabilidad tienen los que corren al aire libre haciendo deporte, puesto que el ejercicio requiere, sin más remedio, aumentar el ritmo y la profundidad de los movimientos respiratorios, puesto que se requiere un mayor aporte de oxígeno a los músculos sometidos al sobre esfuerzo.

    Y no digamos lo que ocurre en los gimnasios, en donde el mayor ritmo y esfuerzo respiratorio es la regla debido al esfuerzo muscular propio de la gimnasia, añadiendo, además, que se hace en un sitio cerrado.

    Dado por bueno el argumento de que las espiraciones profundas producen más contagio puesto que el aire, en parte, proviene del sótano y de las cloacas de los pulmones y por eso hay que promulgar normas limitativas a los fumadores, ya que espiran el aire de esa forma, también sugiero a las autoridades políticas que promulguen normas prohibitivas para los vociferentes, cantantes aficionados callejeros y quizás a los que se ríen carcajeando, puesto que en todas esas actividades cotidianas se producen movimientos respiratorios semejantes a las de los fumadores en intensidad y profundidad cuando se hace uso de ese feo y perjudicial vicio. Igualmente debía prohibirse correr en la vía pública y parques, puesto que al correr la respiración tiene más frecuencia y profundidad de la aspiración-espiración, con lo que la capacidad contagiosa de un atleta infectado está aumentada cuando está corriendo.

    Dado que sólo se ha prohibido fumar al aire libre por la peculiaridad respiratoria, eximiendo de la norma a las otras actividades que conllevan idénticos movimientos respiratorios, estoy convencido, que esta norma se ha promulgado para limitar más el nefasto vicio de fumar aprovechándose de la pandemia que nos afecta.

    25 ago 2020 / 00:30
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