Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Gozoso y documentado ‘misterio’

Suele suceder que, en algún momento, por un motivo u otro, nos preguntamos cómo habrá sido la vida de nuestros antepasados. Conocemos sus nombres, motes o apelativos cariñosos e incluso, por lo que nos han contado, rasgos de su carácter. Sin embargo, hay interrogantes que no siempre está en nuestras manos conocer sus respuestas porque faltan datos o informaciones fehacientes.

En casos, ocurre lo contrario. Sabemos, o se nos pone delante, toda la andadura, minuto a minuto, casi al dedillo, de personajes no tan cercanos.

Como estamos ante otro aniversario del tránsito de Wolfgang Amadeus Mozart (Salzburgo 1756-Viena 1791) acontecido el 5 de diciembre, me detengo en él porque es un caso extremo.

Cualquier biografía narra su vida según un orden establecido o un esquema previo. En cuanto a su muerte, suele despacharla con un simple “murió muy joven, antes de cumplir los 36 años”. Pero, oh ventura, en Wikipedia (para los internautas digitales), o autores como J. A. Vallejo-Nájera o R. C. Robbins Landon (para los de papel impreso), por ej., lo describen con todo detalle.

Estaba Mozart en pleno apogeo: “en el umbral de mi plenitud”, decía a M. Puchberg. Nunca había escrito tanto, ni se había sentido tan feliz y liberado, con una vida social tan plena, aun siendo a costa de puro despilfarro.

Triunfaba en Viena, recibía encargos de Bohemia para la coronación de Leopoldo II, estaba a la espera de ser nombrado Konzertmeister de la catedral de san Esteban, compuso el Concierto para piano KV 595, los Quintetos de cuerda KV 593 y 614, el Concierto para clarinete KV 622 y el Ave verum corpus KV 618. Asimismo, comenzó a trabajar en el encargo de Schikaneder, La flauta mágica, obra que acabó casi en su totalidad a finales de verano, simultaneando todo con el Réquiem y la ópera La clemencia de Tito y varios viajes fuera de Viena.

Nunca fue hombre fuerte, pero el final fue casi fulminante. Se fue agotando en pocos meses y, en los últimos 20 días, no pudo ni levantarse.

¿Qué aconteció? Ni envenenamiento, ni obsesión por el réquiem, ni excesos cual canto del cisne interpretando su música en cama, ni imaginando el redoble de timbales de su muerte.

Sobran relatos de médicos, narraciones de colegas y mitos del pueblo entorno a todo ello, pero omito todo comentario y les remito a cualquiera de las referencias citadas.

Estando próxima la Navidad puede resultar de más interés saber si compuso alguna obra basada en este acontecimiento. No aparece nada como tal en su catálogo, pero para cubrir esa aparente laguna, basta escuchar alguno de los “Et incarnatus est” de sus misas. En especial es conmovedor el de la Große Messe in c-Moll, K. 427/417. Una misa de 1783 inacabada, como acontece con su réquiem. Ese fragmento del Credo in unum Deum, dura más de siete minutos. Toda una proeza.

05 dic 2022 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito