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Héroes y villanos

    CURRO Jiménez, Luis Candelas, Robin Hood, Alí Babá, eran en nuestra niñez impartidotes de justicia, héroes contra los opresores y protectores de los pobres. Algo parecido suceedía con las historias de corsarios o grandes conquistadores que permitían a sus tropas practicar el pillaje para asegurarse su fidelidad.

    Hoy, perdida la ingenuidad, olvidamos la aventura, el riesgo, y el valor de los protagonistas, para centrarnos en el trasfondo de sus historias.

    Curro Jiménez y Luis Candelas dejan de ser los personajes románticos que robaban para repartir la riqueza entre los pobres; los enanos y los gigantes de las Aventuras de Gulliver son una sarcástica y dura crítica a los políticos y a la sociedad; John Silver, es un ser ambiciooso y desleal, que trata con mano de hierro a sus secuaces; tras el sencillo leñador Alí Babá se esconden la envidia y la ambición. Todos ellos sabían que permitir el pillaje a sus secuaces –tanto si el botín pertenecía al Rey como a los ricos– era una acción reprobable, perseguida y castigada, cuyo principal objetivo era el mantenimiento del liderazgo y el incremento de fieles seguidores.

    Malversa el servidor público que administra deslealmente los recursos de todos o se apropia de ellos de forma indebida. Si a la malversación se une el conocimiento de que lo que ordena o tolera es injusto, el delito es doble. La corrupción puede revestir múltiples formas delictivas, pero no la única, aunque la más reprobada es quedarse con lo ajeno.

    La Sentencia de la Audiencia Provincial de Sevilla ratificada por el Tribunal Supremo hace unos días, no afirma que el Señor Griñán incurriera en la segunda forma de malversación, sino en la de administración desleal, a la que se añade la prevaricación, conocimiento de que esa forma de gestionar lo público era injusta, como se lo había señalado en reiteradas ocasiones la Intervención de la Junta de Andalucía.

    Es inelegante y mezquino hacer leña del árbol caído, tanto como quitarse la caspa de encima diciendo que “pagan justos por pecadores”- sin mencionar a los pecadores-, recurriendo al argumento “el señor Feijóo habla desde una sede pagada con dinero ilegal” o defendiendo la “honorabilidad del señor Griñán”.

    Quienes usan esta última expresión deben saber que “honorable” es quien actúa con “honradez” y que la honradez es propia de quien se comporta rectamente y cumple con su deber de acuerdo con la moral, especialmente en lo referente a respetar la propiedad ajena, máxime cuando ésta es de todos.

    13 ago 2022 / 01:00
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