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Industria postergada

    EXISTE consenso científico al definir las economías desarrolladas como aquellas basadas en una economía de tipo industrial, que le permite la fabricación de productos manufacturados de alto valor añadido. Con carácter general, dichas economías presentan saldo positivo en su balanza comercial y su moneda es fuerte.

    Las sociedades industriales, además, son democráticas, no presentan problemas de alfabetización, la esperanza de vida es elevada y los derechos sociales están garantizados. Buena prueba de ello son los casos de USA, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Canadá, Francia, Alemania o Irlanda; frente a los de la mayoría de países africanos, de Centroamérica o del Medio Oriente.

    Por todo ello, resulta evidente la correlación entre desarrollo, industria, democracia y calidad de vida y la conveniencia de políticas de crecimiento, como bien sugirieron Stiglitz, Dasgupta y Heal; basadas en la innovación, para superar los límites del crecimiento, compatibilizando los recursos naturales con un crecimiento económico sostenido.

    Y el principal indicador de la evolución de la industria es el Índice de Producción Industrial (IPI), que mide la evolución mensual de la actividad productiva de las ramas industriales: industrias extractivas; manufactureras; producción y distribución de energía eléctrica, agua y gas y captación, depuración y distribución de agua. Los últimos datos disponibles según el INE y el IGE, arrojan en el caso de Galicia resultados muy negativos.

    Desde 2018 el IPI gallego ha disminuido hasta la actualidad un 3,30%, frente al estatal y al de la Europa de los 27 que crecieron, por lo que no cabe achacarlo a la crisis sanitaria. Lo peor, los resultados muy negativos de 2019 y en lo que llevamos de 2022.

    Contando con recursos naturales, energéticos y humanos de calidad y con competencias propias para lograr políticas de crecimiento, desde la gran recesión de 2008 ni se aplicaron políticas para fomentar la investigación y el desarrollo, ni se apoyó suficientemente el sector industrial. Se vendió el discurso de que el sector terciario era el motor del crecimiento, cuando no lo es, no lo será y no debiera ser más que complementario de la industria.

    Sin salirnos de la UE, el modelo a imitar es el de Irlanda, que en poco tiempo pasó de la hambruna y la emigración masiva, a superar a su antigua metrópoli en todos los indicadores económicos, salvo en turismo, como en Malta, pese a que la reciente crisis financiera e inmobiliaria le atizó con mayor intensidad.

    Acaso Alfredo Brañas fuese un visionario cuando sugirió aquello de “como en Irlanda, érguete e anda”.

    26 abr 2022 / 01:00
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