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Ingeniería social y profesiones

LA ingeniería social es un arma que el poder político usa con todos los medios a su alcance, muchas veces sutiles, para que la población se comporte o piense de la manera que le interesa. Creo que siempre existió, pero en la actualidad alcanza un nivel difícilmente superable. Para ello los políticos disponen de los medios de comunicación, de los que nunca hubo tantos como ahora y de tipo tan diferente, desde la prensa clásica hasta la digital, la radio, la TV y las redes sociales. El hecho, es que si no se está sobre aviso es fácil caer en las trampas saduceas que ponen los políticos para que pensemos como ellos desean que lo hagamos.

Y todo ello con fines variados. Unas veces para domar la opinión pública moldeando el pensamiento y los conceptos sobre todo según les interesa a los políticos que mandan; otras lo usan como medio propagandístico para que la gente crea, con fundamento o sin él, lo bien que lo hacen para beneficio de los ciudadanos, cuando en realidad casi siempre no son mas que para beneficiarse ellos y perpetuarse en el poder.

Por ejemplo, una de los mantras del poder político es que hay que alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres y para ello usan los argumentos mas peregrinos, porque si repasamos la legislación la igualdad entre ambos sexos es completa en nuestro país.

Ahora les ha dado por decir que existe una brecha importante entre la proporción de hombres y mujeres dedicadas a los estudios de las profesiones científicas, tecnológicas y de ingeniería, olvidando que, por ejemplo, en medicina y farmacia, las estudiantes (no sé si habrá que decir “estudiantas”) superan desde hace muchos años las matrículas a la de los estudiantes. Y que yo sepa, ambos grados (antes licenciaturas), se pueden clasificar, sin lugar a dudas, entre los científicos.

En concreto, he leído recientemente, que según el Instituto Nacional de Estadística, en 2017 ya había mas mujeres en España colegiadas en medicina que hombres. De hecho durante ese año, en los colegios profesionales de médicos, el 79 % de los que se colegiaron fueron mujeres y en farmacia ocurre más o menos lo mismo, concretamente en ese año, las mujeres colegiadas eran un 71,6 % del total.

Si la propaganda desplegada por las autoridades políticas tuviera éxito, para aumentar las matrículas de las mujeres en las profesiones científicas (diferentes a la medicina y la farmacia), las tecnológicas y las de ingeniería, tendría que ir en detrimento de las que se decidieran estudiar en la universidad otros campos del saber, porque las mujeres que terminan los estudios que les habilitan para entrar en las universidad, son las que hay.

En mi modesta opinión, lo que el Estado tiene que garantizar es la igualdad de oportunidades para estudiar cada una de las profesiones entre mujeres y hombres y eso está garantizado por la ley. Luego, como la gente es libre, hay que dejarla que elija la profesión que quiera, naturalmente sujeto todo ello a la nota que se obtenga en la selectividad.

Por regla general y de forma global, las mujeres suelen obtener mejores notas en las pruebas de acceso a la universidad y por lo tanto eligen lo que ellas quieren. En EL CORREO GALLEGO, Ángela Precedo pone el ejemplo, en un completo y esclarecedor artículo, que las mujeres estudiantes de informática son actualmente el 13 %, mientras que en los años 80 alcanzaban el 30 %.

Como no creo que a las mujeres se les haya impedido por serlo que se matriculen en esos estudios, se llega a la conclusión de que ha sido por una elección personal y posiblemente, este descenso en la proporcionalidad se deba a que esta profesión, por los muchos que se dedican a ella ahora, ya no sea tan rentable con lo era antes y las mujeres con buena nota, si no tienen una vocación muy definida, eligen la formación en otras ramas del saber que les interese mas.

El Estado debe garantizar, que dependiendo de la nota obtenida, sea cual sea el sexo de la persona, entre a estudiar cada uno aquello que quiera sin ninguna cortapisa y eso, reitero, está garantizado.

Otra cosa diferente es que si existiera un déficit global en determinadas profesiones con relevancia e interés social, la propaganda del Estado debería incidir en las posibles ventajas de los futuros profesionales si se dedicaran a ellas, pero –por supuesto– sin hacer hincapié en que los que las eligieran fueran de un determinado sexo.

18 feb 2022 / 01:00
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