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Insólito Conde

    POLÍTICO insólito este Francisco Conde. El nuevo vicepresidente es rara avis sólo explicable en el ecosistema gallego. Esa seriedad que le caracteriza, el rigor que demuestra, la ausencia de aspavientos, hacen de él una originalidad en la política española, de donde han sido desalojados los que son como él. De haber nacido a la política fuera de aquí, Conde ya habría regresado hace tiempo a sus tareas docentes, desengañado de la vida pública y lleno de cicatrices. Encontrar la aguja en el pajar es más fácil que dar con un Conde en otros gobiernos autonómicos que cayeron presa de aventureros subidos a un escenario en el que se gesticula mucho y se gestiona lo menos posible.

    Quienes se parecen por ahí fuera al vicepresidente económico rehuyen la política o, si están en ella, carecen de tiempo para gobernar en el sentido estricto del verbo. Aunque trabajen como aquel simpar peronista argentino las veinticuatro horas del día y parte también de la noche, el esfuerzo no les cunde ya que en su mayor parte se dedica a cosas accesorias como evitar los apuñalamientos internos, intrigar en el partido, preparar una escisión, vigilar a los socios de Gobierno o mirar de reojo a los aliados.

    ¿Cuántos minutos quedan para la gestión? Muy pocos. Además el implicado sabe que su buen hacer de poco le valdrá si no acierta a situarse en el lugar apropiado cuando salte la última conjura. Si Julio César tenía que precaverse de los idus de marzo, ellos han de tener cuidado también de las de enero, febrero, abril, mayo, junio... No hay un mes en el calendario en el que puedan sentirse a salvo.

    Conde es un político inaudito en una Galicia rara, ese sitio distinto que decían Os Resentidos de forma premonitoria. Vean sino ese Parlamento tripartito que consta de partidos que ni vienen de una escisión, ni están a punto de escindirse, ni tienen a un líder expatriado que maneja los hilos a distancia.

    Comparen la reciente investidura sin sobresaltos con otras que mantienen la emoción hasta al final e inauguran legislaturas trepidantes y agónicas que son como las montañas rusas de los parques de atracciones. ¿Y la mayoría? Es otra faceta extraña de esta Galicia que se ha declarado sigilosamente independiente de los desvaríos de la política española.

    ¿Y el Gobierno? La analítica de los cambios efectuados por Feijóo excluye la pregunta inevitable que se formula en otros territorios, y que en gallego es el tradicional ¿de quén ven sendo? Ya nadie inquiere aquí sobre cuál es el clan, la facción, familia, tendencia o sector interno al que pertenecen Conde y los otros cargos novedosos. Eso nos parece normal y sin embargo es algo extraordinario más allá del microclima político galaico.

    Una gallega de nombre Nadia, también vicepresidenta económica y que promueve fusiones bancarias a escondidas de sus teóricos socios de Gobierno, tendrá una cierta envidia de esta Xunta en la que su homólogo se centra en lo suyo sin sentir que tiene al enemigo en casa. La fusión imposible de la paisana Calviño no es entre Caixabank y Bankia, sino entre las entidades que coexisten en el consejo de ministros. El que forman los conselleiros no tiene ese problema. De ahí que Conde sea impensable en otras latitudes y normal aquí.

    08 sep 2020 / 00:00
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