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Irán aumenta
la represión

    LA defensa de quienes son acusados en Irán del delito de “enemistad contra Dios” tienen pocas posibilidades de evitar la horca. Solo un régimen teocrático como el de los ayatolás iraníes es capaz de acelerar en la ejecución de los detenidos que han sido apresados por participar en las protestas que se suceden tras la muerte en comisaría de la joven Mahsa Amini, detenida por la Policía de la Moral en septiembre por no llevar el velo que cubría su cabeza bien colocado.

    Hasta el momento el régimen iraní ha ahorcado a dos de los detenidos, uno de ellos en la plaza pública retomando una costumbre aplicada para atemorizar a la población y tratar de sofocar la incipiente rebelión contra un régimen que, entre apariencias de apertura, no afloja en la aplicación de la ley islámica contra los disidentes.

    El último capítulo de la represión es la condena a muerte del futbolista Amir Nasr-Azadani, acusado de rebelión armada contra la República Islámica supuestamente por participar en unos actos en los que murieron un coronel de la policía y dos basijis miembros de un grupo paramilitar que intenta ocupar el puesto de la Guardia Republicana, aunque no se habría encontrado en el lugar de los hechos.

    Aunque la FIFPro, un sindicato internacional de futbolistas, ha pedido la liberación del futbolista iraní y que no sea ejecutado, su llamamiento apenas ha tenido eco en el resto del mundo del fútbol.

    Los jugadores de la selección nacional iraní se negaron a cantar el himno en su primer partido de la Copa Mundial de Fútbol, en el encuentro contra Inglaterra, en un gesto valiente que luego no tuvo continuidad ni por el propio equipo ni por el resto de selecciones participantes, que ya habían dado muestras de arrugarse ante las presiones de la FIFA para no lucir brazaletes en defensa de los derechos LGTBI y no incomodar a las autoridades de Catar.

    Aunque posteriormente los futbolistas se reunieron con el presidente Ibrahim Raisi, la consecuencia de esa acción fue que muchos jugadores de la selección han pasado por la cárcel. Pero no han sido los únicos deportistas que se han visto perseguidos por su apoyo a las protestas. El último ahorcado, cuya ejecución ha ocupado portadas de periódicos para mostrar la crueldad del régimen de los ayatolás, fue el levantador de pesas profesional Majid Reza Rahnavard.

    Una vez más la denuncia de la brutalidad de las autoridades religiosas iraníes puede tener efectos contraproducentes porque cuanto mayor es la presión mayor es su autodefensa en forma de aumentar la represión y las ejecuciones. De todas formas, la comunidad internacional no puede mirar hacia otro lado ante la escalada del terror que han iniciado. Y por supuesto, el mundo del fútbol tendría que mostrarse más beligerante contra la injusticia que supondrá la ejecución de uno de los suyos.

    La final de la Copa del Mundo del Fútbol sería un buen momento para que los jugadores sacaran la cabeza del hoyo en la que la tienen metida como si lo único importante fuera que ruede el balón.

    18 dic 2022 / 01:00
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