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Irmandiños con toga

    ALGO tendrá el mes de julio para que haya sido el inicio de varias revoluciones. Julio César da nombre a un mes propicio para momentos en los que se zarandea al poder establecido para dar paso a un nuevo capítulo de la historia. Tanto la revolución francesa como la americana surgen en julio, así como también la cubana y la sandinista, si bien la rusa se aparta de la norma para estallar en un periodo mas invernal.

    Sea como fuere los prolegómenos judiciales para la toma legal del pazo de Meirás quedarán fijados para la posteridad un 6 de julio de 2020, el día que unos irmandiños con toga se aprestaron a recuperar con leyes en la mano el gran símbolo de la dictadura.

    Es nuestra Bastilla, nuestro
    Palacio de Invierno, el bastión
    hasta hoy inexpugnable que guarda el recuerdo de los veranos del dictador mezclados con el rastro de doña Emilia Pardo Bazán que tuvo allí su lugar de inspiración para sus escritos avanzados, polémicos y progresistas. De ser un castillo escocés, los fantasmas del autócrata y la protofeminista se perseguirían por las estancias, uno intentando encarcelar en las mazmorras a la escritora audaz y la otra mofándose del autoritarismo de su paisano.

    Sin embargo las cadenas no se oyen ni se ven luces encendidas a horas intempestivas. Ni siquiera los fantasmas lo habitan. Es la poca generosidad de los deudos de Franco la que ha ayudado a forjar la imagen del pazo como anacrónica provocación. Gracias a ella el antifranquismo casi profesional ha tenido un motivo espléndido para movilizarse, y el antifranquismo natural una causa a la que adherirse.

    A propósito del primero, la agilidad de la Xunta logró evitar lo que sin duda era un objetivo prioritario de la reclamación: convertirla en algo exclusivo de la izquierda y el nacionalismo y de paso asociar a la derecha con el franquismo. Esa idea pertinaz de presentar a los populares como directos descendientes de la dictadura que ocultan en los desvanes retratos del dictador al que invocan en la intimidad, hubiera tenido un magnifico refuerzo si la Xunta se hubiera inhibido en el litigio. No lo hizo.

    Entre los irmandiños togados presentes en el primer acto de la toma pacífica de la Bastilla galaica, estaba el representante del Gobierno gallego para demostrar que el antifranquismo no es patrimonio de nadie. Es bueno que lo recuerden aquellos que, durante la ocupación simbólica de otras discutibles propiedades del dictador, no hicieron ondear las enseñas constitucionales de España o Galicia sino la de un partido.

    Un símbolo añadido es que el inicio del juicio coincida con el último tramo de la campaña electoral gallega. Si antes el poder se condensaba en el pazo, ahora tiene su sede en otro situado en Compostela que alberga el Parlamento y que no procede de las armas sino de las urnas.

    Aseguran los historiadores que la revolución irmandiña fue pionera en Europa, hasta el punto de que la francesa y la rusa fueron secuelas de la gallega y Roi Xordo un Danton o Lenin avant la lettre. El caso es que ahora protagonizamos otra en los tribunales, pacífica, legal e igualmente memorable. Una pena que doña Emilia Pardo Bazán no pueda comparecer ni escribir una crónica de este episodio nacional.

    06 jul 2020 / 22:23
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