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Isla

Uno tiene sus manías. Entre ellas, leer en bucle, sin descanso, determinados textos especialmente luminosos que alguna vez nos han abierto las puertas de la percepción, para así tener la capacidad suficiente como para descubrir, en el presente, gemas que, sin esa ayuda, nos resultarían menos evidentes. Y así me sucede, por ejemplo, con un húngaro imprescindible. Aquél señor tan profundamente estimulante llamado Miklós Szentkuthy, que nos regaló, a toda la humanidad lectora, una obra maestra llamada A propósito de Casanova, y que la editorial Siruela nos ofreció en castellano allá por 2002. El otro día me encontraba leyendo a un autor joven casi novel (era su segunda obra, pero se me había pasado por alto la primera), y de pronto, conforme avanzaba en la trama, me asombró descubrirme a mí mismo pensando obsesivamente en el húngaro, y recordando, con toda nitidez, una frase concreta: “Soy Kant y Verlaine a la vez. Me encanta el carácter multicolor de las payasadas y, al tiempo, la sabiduría y la luz nívea del intelecto...” Pensé por un momento que me estaba distrayendo, o yéndome por las ramas. Pero había algo clave en las palabras del maestro que definían a este autor de ahora mismo, y que me estaba contando algo que me hacía colocarlo en una posición muy alta, muy notable, como para adecuar la cita al descubrimiento...

LOS JUEGOS FLORALES. La obra que estaba leyendo llevaba ese título, Los juegos florales. Estaba publicada por Espasa. Su autor, de 27 años aún no cumplidos, se llama Santiago Isla. A priori, según las costumbres editoriales habituales, se intentaba clasificar la obra como una novela generacional. No dudo que lo sea, pero con lo que nos encontramos es con un texto mayúsculo, solidísimo, tremendamente versátil, que supera con creces cualquier pretensión de encasillamiento. Es demasiado maduro. Posee un sentido del humor tan sutil (propio, precisamente, de las mentes más preclaras) que elimina de raíz cualquier elemento melodramático. Y que, para colmo, nos describe de una manera audaz una sociedad y un mundo que conocemos de sobra, pero que jamás se nos había descrito exactamente así. Trata de muchas cosas: de la posibilidad de hacernos ricos y famosos mediante la literatura. O, quién sabe, como guionistas de cine. Y de la certeza de que hace falta un mediador para que nos enchufe en el sitio y el momento adecuados (un productor de contenidos). También nos cuenta sobre amores (y desamores bestiales). Y del pijerío madrileño y su reflejo en el papel couché. Una de las novelas más sorprendentes de este riquísimo y variadísimo año 2021. Grande...

04 oct 2021 / 01:00
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