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Jambrina y su
desvío a Santiago

    AHORA que estamos en Año Xacobeo, y por partida doble, empezamos a percatarnos de la importancia de las artes a la hora de su popularización. No es que el arte tenga que servir para algo, más allá del fulgor de la emoción, pero a veces sirve. Para Compostela, y para Galicia, el Camino es un asunto con mayúscula. Es, además, un camino que define finalmente la esencia de Europa. Y, claro está, tampoco se puede olvidar su lado económico.

    Con la pandemia, todo es mucho más difícil. Qué decir de la vida itinerante, del viaje como instrumento de conocimiento. Y como vehículo de conexión entre los pueblos. El paisaje nos construye, y en esta tierra lo sabemos bien. Siempre menciono las palabras del poeta John Montague, hablando de su Irlanda: “quizás hemos perdido la capacidad de leer el paisaje como un manuscrito”. Debemos considerar estas palabras. Ahora que Nós está también en hermosa celebración, recordemos lo que el paisaje significaba para ellos, para la construcción identitaria, emocional, histórica, doméstica. Ese recorrer la tierra, tan propio de Pedrayo, tan andarín como Unamuno.

    Lo que importa es el viaje. Y, como decía Cavafis, nunca debe ser apresurado. Y así se alcanza la sabiduría. Si la literatura y la cultura en general son hijas directas del viaje, de las fronteras abiertas, de las mezclas y los abrazos, tal vez podemos concluir que vivimos un tiempo demasiado cruel. No sólo por aquellos que defienden los muros, sino porque la epidemia nos obliga a la separación. El Camino atravesó momentos de guerra, y otras pestes, aquellas que asolaron por completo Europa. Nada es definitivamente nuevo. Pero quizás ahora mismo se esté decidiendo el futuro.

    Ante mí, uno de los libros de cabecera sobre el viaje. ‘El desvío a Santiago’ (Siruela), de Cees Nooteboom, el mismo que escribió ‘Cómo ser europeos’. No es una guía, ni siquiera Santiago es su tema central, sino más bien los paisajes españoles. Pero es un libro magnífico para entender al viajero. Pienso en cómo la literatura y el cine se han animado a contar a su manera este gran Camino europeo. Ya ven como ‘The Way’, la película de Emilio Estévez, acabó atrayendo a miles de norteamericanos hacia Santiago. La cultura debe ser, en efecto, la moneda común europea.

    Mientras Amazon estrenaba ayer ‘3 caminos’, una serie jacobea que también servirá para expandir la vieja ruta, hablo con Luis García Jambrina, buen amigo y apasionado viajero en Galicia. El profesor salmanticense acaba de sacar a la luz otro de sus famosos ‘manuscritos’, en los que Fernando de Rojas ejerce de detective. Bueno, de pesquisidor. El último, ‘El manuscrito de barro’ (Espasa) es todo un homenaje al Camino francés.

    Transcurre en el año 1525, un tiempo, me explica con detalle Jambrina, “muy difícil, a causa de la guerra con Francia, la inseguridad, el bandolerismo, las ideas contrarias a la peregrinación que venían de Lutero...”. La novela discurre con gran detalle sobre las geografías del Camino, en particular sobre la Vía Künig, al tiempo que nos presenta una trama negra, cargada de muertes y de enigmas: De Rojas y su ayudante, el gran Elías do Cebreiro (trasunto de Elías Valiña), actuarán como un Sherlock Holmes y un Watson de la época. También a punto de convertirse en serie de televisión, según parece. Una buena noticia.

    23 ene 2021 / 00:00
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