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Juan Carlos I, un balance

    “TÓMELE LA CORONA a cualquiera que se la ofrezca, tiempo tiene de darle luego una patada en el trasero.” En estos términos aconsejaba Evita Perón a Don Juan, según la biografía de Juan Carlos I de Preston. El posfascismo exigía al franquismo formas de institucionalización para normalizar las relaciones. Fueron años de forcejeo entre Franco (que deseaba la tutela perpetua, no una monarquía liberal) y Falange (Franco la utilizaba contra los monárquicos y el clero y a estos contra ella) con el legitimismo de Don Juan, quién al reclamar el poder para la corona en manifiestos de Estoril y Lausana fue eliminado como sucesor.

    Seguirá así el consejo de Evita. Tras el Pacto del Azor en S. Sebastián de 1948 (que imposibilita el de San Juan de Luz monárquico-socialista), envía a España a su hijo, a quien Franco ofrece la corona para un futuro, haciendo a esta rehén del régimen. Este había resistido fuera de la ONU a intrigas de republicanos y monárquicos (como el general Juan Bautista Sánchez, muerto en 1957 “misteriosamente” según Preston).

    Ante la exigencia de dar al régimen una legitimidad que le hiciera más presentable, Franco sentó las bases de una legalidad sucesoria a la que Juan Carlos tuvo que “darle luego una patada en el trasero”, pues no hubiese reinado como rey autoritario mucho tiempo. Si se pasa balance a aquellos años y lo que vino después, se deduce que fue la fórmula posible para el tránsito sin violencia a una democracia deseada por la mayoría del país pero no por el sector más fascistizado del régimen. Izquierdistas y separatistas eran indiferentes. Ahora que sus sucesores sostienen al propio Gobierno, cuestionarán la fundamental contribución de Juan Carlos.

    Pero por más que el régimen liberal haya perdido crédito por el vuelo corto partidista, la indolencia de Estado, corrupción y falta de estrategias compartidas para la modernización de una España compleja, por más que Juan Carlos I al final del reinado haya podido complicarse/nos la vida, una alternativa iliberal sería consolidar la crisis institucional y de crecimiento dada la incompetencia de quienes se tienen por “políticos” frente a los gestores y tratan de seducir con lo cognitivo: conceptos, identidades, esquemas, ideo-fraseología... como si solo tratasen de mejorar sus propias condiciones de vida. Sería un tiempo interesante. Y “Dios nos libre de las épocas interesantes.”

    11 ago 2020 / 00:15
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