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La batalla del Ebro

Mucho cambió el mapa electoral que se tiene que aprender Feijóo desde que preside el PP nacional. Si aún permaneciese en Galicia, ahora estaría preocupado por conquistar alguna de las grandes ciudades, tal vez Ourense o Ferrol que son las que más se le pueden escapar a la izquierda (tomar Santiago ya sería un premio gordo extraordinario), mantener como sea la Diputación ourensana y no perder todos aquellos medianos y pequeños ayuntamientos donde su partido muestra su mayor fortaleza en las urnas. Es un mapa este que acabamos de describir un tanto raquítico para las pretensiones que ahora tiene el príncipe de Os Peares, pero hasta hace tan sólo unos meses era el que manejaba desde su absoluta tranquilidad en las dependencias autonómicas de San Caetano o Monte Pío.

Este era el mapa municipal, que aún presenta importantes zonas, sobre todo las más urbanas, marcadas en el color rojo de la izquierda. El de las autonómicas que era el que le permitía gobernar Galicia a sus anchas estaba teñido totalmente del azul popular. Pero ahora, en la fría sede madrileña de Génova desde donde dirige su partido, las referencias de estos pequeños atlas electorales ya no le sirven para nada y el mapa nacional al que está obligado a aplicarse no le es tan favorable a sus intereses como él quisiera. Feijóo pasó de golpe de fijarse en las perspectivas de voto que podían sublevársele en O Carballiño, Monforte o Cambados a analizar con desvelo sus previsiones de éxito o fracaso por comunidades enteras.

España, pese al progresivo avance de las tropas populares que tienen en Madrid, Andalucía, Galicia y Castilla y León sus campamentos generales, todavía presenta grandes zonas donde el azul brilla por su ausencia. Trazando las estrategias con el mapa delante, como lo hacían en la Guerra Civil republicanos y nacionales, aunque ahora en virtud de los votos y no de la artillería, Feijóo y su equipo saben que para apoderarse de La Moncloa es crucial antes asestarle un golpe a los dominios de Pedro Sánchez en aquellas autonomías donde gobierna el PSOE con relativa calma y tradición.

En Génova 13 sueñan con arrebatarle al ejército socialista la Generalitat Valenciana de Ximo Puig (posible, pero improbable), el Ejecutivo de Castilla-La Mancha de Emiliano García-Paje (prácticamente imposible), la Extremadura de Guillermo Fernández Vara (ya no tan imposible) o el Aragón de Javier Lambán (la más a tiro). Si estas cuatro plazas cayesen en las autonómicas de 2023 para el bando popular, el camino hacia la Presidencia del Gobierno de España quedaría abierto y hasta asfaltado para Feijóo. Las generales serían para él lo más parecido a un paseo militar.

Pero aunque en Génova 13 no está prohibido soñar (de hecho es lo que mejor se les da), saben que es prácticamente irrealizable el plan de conseguir este pleno de comunidades socialistas. Teñir de azul todo el mapa nacional, a imagen y semejanza del autonómico gallego, todavía no está al alcance de las cualidades políticas prestidigitadoras de Feijóo, y no sólo por la conocida alergia del País Vasco y Cataluña a este color. Por eso el dirigente gallego, cocinero en Santiago antes que fraile en Madrid, sacará a relucir su perfil más pragmático para implicarse mucho más en la ocupación de los territorios del PSOE en aquellas circunscripciones donde sea más factible la conquista, que en estos momentos, según el mapa interactivo que manipulan, son las aragonesas.

Feijóo, goloso de dulces votos –lo que en gallego llamaríamos un lambón–, se lanza en una estratégica cruzada contra Lambán, presidente aragonés que, consciente de la maniobra de las huestes populares y de sus debilidades para defender su propio fuerte, reniega tres veces del presidente Sánchez antes de que le canten las cuarenta en Ferraz, en un ejercicio de sinceridad limitada a sus intereses electorales.

Lambán dice anhelar en la cúpula de su partido al asturiano Javier Fernández, el hombre de las veintiséis faltas de ortografía en los cuatro párrafos de aquella famosa carta a Pablo Iglesias, el jefe eventual de Ferraz que destrozó la sintaxis del PSOE ordenando a sus diputados el voto favorable a la investidura de Mariano Rajoy. Lambán reconoce que incluso le pidió que se presentara a la secretaría general, obviando que ese flanco conservador ya lo cubrió Susana Díaz con el respaldo de los barones y de los históricos, y naufragó ante la armada invencible de Sánchez, que previamente había elaborado su propio mapa de las primarias recorriendo en su utilitario las carreteras de la militancia.

Feijóo quiere empezar a desnivelar definitivamente su contienda con Sánchez por el frente de Aragón, reeditando políticamente la sangrienta batalla del Ebro que decantó la guerra incivil ya sabemos hacia qué parte. El expresidente de la Xunta cambió Galicia por Madrid y acabará recreándose en El sitio de Zaragoza, obra de un tal Lombía.

07 dic 2022 / 01:00
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