La cantaora Marina Heredia con la “OSG”, dirigida por José Trigueros en la Cidade da Cultural
Concierto mirando al mundo del cante jondo, con la voz de la cantaora Marina Heredia, como solista con la “OSG”, dirigida por José Trigueros ofrecido ayer en la Cidade da Cultura, en colaboración con el “Xacobeo 21/22”, ofreciendo en programa una selección de “Canciones españolas antiguas”, armonizadas por Federico García Lorca y “El Corregidor y la molinera”, de Manuel de Falla. Marina Heredia cultiva el género por su procedencia familiar, como hija de Jaime ”El Parrón” y que pronto fue galardonada con el Premio Andalucía Joven de las Artes. Colaboró con la bailaora “La China” y con Miguel Cortés, además de incorporarse al proyecto “El legado andalusí”. En el Festival “Espárrago 98”, compartió actividades con María Pagés y J.Mª. Gallardo del Rey. En el Teatro Lope de Vega, repitió iniciativas con Eva Yerbabuena para seguir con “La aventura del flamenco, en el espectáculo “Trasnoches”, del Festival de Música y Danza de Granada y en un “Homenaje a Camarón de la Isla”, en San Fernando (Cádiz). En otro ámbito, en el espacio contemporáneo, fue protagonista en dos óperas de Mauricio Sotelo, uno de los maestros de ls vanguardia actual, con “De Amore” y “Modus Novus”, que se presentó en el Auditorio Karl Orff, de Munich y ya en las cercanías del programa que tendremos, cantó “El Amor Brujo” de Manuel de Falla y “Lorca y la Poesía, un mar de sueños”.
Federico García Lorca, con esas canciones populares españolas, manifiesto artístico de la Generación del 27, el espíritu cultural enriquecedor de la Residencia de Estudiantes, en los años de la II República, el grupo teatral “La Barraca”, la profunda amistad con Manuel de Falla, profundamente traumatizado tras la noticia recibida por el asesinato infame que le llevó al exilio argentino o el fundamental Concurso de Cante Jondo. Lorca pues, en sus trabajos de campo, sobre un material que tenía un profundo conocimiento y que se sitúa a la altura de su mejor obra literaria. Las “canciones populares españolas”, testimonio en partitura, son el legado que el autor dejó a la “Sociedad de Autores”. Personales armonizaciones sobre las melodías que fue recopilando. Se conserva su registro como pianista y entre las piezas, destacan “Zorongo gitano”, Sevillana del siglo XVIII”, “Los cuatro muleros”, “Nana de Sevilla”, “Romance pascual de los Peregrinitos”, “En e café de Chinitas”, “Las morillas de Jaén”, “Romance de los moros de Monleón”; “Las tres hojas”, “Sones de Asturias”; “Aires de Castilla” y “Anda jaleo”, un trabajo que conoció una amplia divulgación por nuestro país y por Latinoamérica.
Lorca había grabado canciones con la bailaora y cantante Encarnación López “La Argentinita”, para el sello “La Voz de su Amo”, en el año 1931, en un trabajo que se publico en cinco discos en aquellos acetatos de sonido cascado, en los que nuestro poeta tocaba el piano y ”La Argentinita” cantaba, acompañándose de castañuelas, una idea que había partido del torero, productor y dramaturgo Ignacio Sánchez Mejías. Un estudioso como Miguel Espín, dejaría escrito sobre el torero: “Le propone a Federico que aporte su inmenso caudal de conocimientos del cancionero español y su talento de hombre de teatro. A cambio, Federico vence su resistencia y logra que dé una conferencia sobre toros a estudiantes hispanos en la Universidad de Columbia”. Lorca supo remarcar y remarcar la belleza de la lírica tradicional, trasmitida por oralmente de generación en generación, y que en ese caso, con la aportación de “La Argentinita”, consolidará un éxito sin precedentes a través de abundantes giras, que ayudaron a su divulgación.
“El Corregidor y la Molinera”, de Manuel de Falla, pantomima y ballet en dos cuadros con puesta escénica de Gregorio Martínez Sierra, partiendo de la obra de Alarcón, y que se estrenará en el Teatro Eslava, de Madrid, el 7 de abril de 1917, con una orquesta dirigida por Joaquín Turina. Para el texto, confluyen las personalidades de Martínez Sierra y María Lejárraga, aparentemente silenciada durante años, hasta el extremo de ser considerada “Una mujer en la sombra”, biografiada magníficamente por Antonina Rodrigo, en una monografía editada por “Algaba Ediciones”. En el origen, la obra de Pedro de Alarcón “El sombrero de tres picos”, basada en el cuento popular “El Corregidor y la Molinera”. Falla comenzó a trabajar en ella en 1916, en su vuelta a Madrid tras pasar unos meses con Martínez Sierra y su compañía teatral. El número de músicos para el estreno, resultó el mismo en su plantilla que los de “El Amor Brujo”, estrenado un par de años antes en Barcelona en el Teatro Novedades, añadiendo algunos músicos de cuerda. Turina los utilizó ya precisamente, en una carta que envió al compositor. Falla tenía un profundo conocimiento de la partitura de un espectáculo para mimos en “L´enfant prodigue” (París, 1890), de André Wormser, una obra en tres actos muy popular entonces y en la que Falla participó como director, antes de su llegada a París en 1907.
La mayoría de las ideas musicales del ballet, están presentes en la pantomima, pero con la parcial excepción del “fandango” y el episodio de las uvas, ambos en el primer cuadro, así como en la cena al principio del segundo cuadro. Existen pasajes que no aparecen en la misma forma en el ballet y del que especialistas lamentan su ausencia, como es el caso de la música nocturnal, tras escuchar las voces detrás del escenario, cuando “Frasquita” se prepara para acostarse en su solitario lecho. Falla confesó que había puesto gran esmero en la composición del “diálogo musical”, en las partes del segundo cuadro dedicadas a la “danza del Molinero”. Dos cuadros para esta obra y que en el parecer de María de Lejárraga resultará: “Animados por el buen éxito de “El Amor Brujo”, buscamos asunto para una pantomima. Así nació el que luego fue ballet y se representó y sigue representándose por Europa y América, con el título de “El tricornio”. Quedan otros asuntos que chocaban con la estricta moralidad del compositor, pero es tema que no viene al caso.