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La colmena, un miembro más de la familia

    DESPUÉS del aluvión de noticias recibidas en los medios de comunicación tras la muerte de la reina Isabel II de Inglaterra, una de las más curiosas fue la de que, siguiendo una tradición que se remonta varios siglos atrás, se debía informar de la muerte de la monarca a las abejas. Y así se hizo. El apicultor real, John Chapple, tuvo que comunicarles a las colmenas de la zona del Palacio de Buckingam y Clarence House el fallecimiento de la reina. Según el Daily Mail, en voz baja se les hizo saber que Carlos III es ahora el nuevo rey de Inglaterra. Algo muy curioso. Parece ser que también se les informa de los nacimientos, nombramientos, etc.

    Tal vez en esta acción se dejen llevar además por la superstición, ya que se dice que si las abejas no son avisadas de que cambian de dueño dejan de producir miel y hasta abandonan la colmena, causando su muerte.

    Son las abejas también miembros de la familia y como tal deben ser partícipes de lo que en ella sucede. Esta tradición inglesa también existe en EEUU y en diferentes partes de Europa. En nuestro país no tenemos que ir más allá de nuestras fronteras o del País Vasco para encontrarnos con ella. A veces la información se transmitía dando tres toques previos sobre la colmena, en otras ocasiones después de cubrirla con un velo o con crespones. Según otros casos había que girar la colmena cuando pasaba el cortejo fúnebre hacia el camposanto.

    En la obra de Dolores Redondo Ofrenda á tormenta, encontramos esta tradición de avisar a las colmenas de la muerte de un familiar. Leemos en el quinto capítulo de la novela estas palabras: ‘En Batzán, cando alguén morría, a señora da casa ía ao campo ata o lugar onde tiñan as colmeas e mediante esta fórmula máxica comunicáballes ás abellas a perda e a necesidade de que fixesen máis cera para os cirios que debían iluminar o defunto durante o velorio e o funeral.

    Dicíase que a produción de cera chegaba a multiplicarse por tres’. As palabras máxicas das que fala eran estas: ‘Erliak, erliak/ Gaur il da etxeko nausiya/ Erliak, erliak/ Eta bear da elizan argía’.

    En definitiva, las abejas son pequeñas heroínas que se encargan de la polinización, que contribuyen a que haya frutos, que con su miel nos alimentan y hasta ayudan a curar enfermedades. Merecen todo nuestro respeto y cuidado. Los que las veneramos y disfrutamos del particular mundo de la apicultura sí sufrimos cuando algo les pasa, como cuando la colmena muere por culpa de la velutina.

    Así viene pasando en mi familia en los últimos años ante la invasión de la avispa asiática. Nos quedamos sin esa deliciosa miel, que tratamos de reemplazar comprando tarros de diferente procedencia geográfica en viajes y ferias artesanales. Pronto llegará en la ciudad de las murallas ese encuentro, con cata incluida, para conocer las diferentes variedades y valorar en el paladar la floración de cada lugar. Es siempre un mundo por descubrir en cada nuevo sabor.

    En el mundo celta se suponía que la abeja era una mensajera entre el mundo de los vivos y el de los muertos, siendo hasta capaces de comunicarse con los dioses. Se creía también que era la reencarnación de la sabiduría, considerándose en Galicia y Asturias un animal sagrado al que no se puede matar. No se les debe hablar mal ni molestar, tan solo agradecer su labor.

    04 oct 2022 / 01:00
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