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La conversación de las mujeres

    DICE Carmen Lomana: “Soy feminista pero me cuesta encontrar mujeres con conversación interesante”. Lomana, una mujer de mi edad aún atractiva, está tan metida en el famoseo que podría parecer ligera. Pero se ve enseguida que tiene mucho mundo, que es inteligente y más culta que la media. La conversación de las mujeres es, en efecto, con más frecuencia que la de los hombres, poco interesante, y decirlo no desmerece en absoluto su feminismo, lo reafirma.

    En realidad éste fue asunto de feministas radicales como Lou Andreas Salomé, que trataba de distanciar a la mujer como persona de cualquier concepción utilitaria de madre abnegada dedicada a la crianza de que había sido siempre objeto por parte de los poderes patriarcales civiles y religiosos, una concepción meramente instrumental de la persona en la que la función reproductora oscurecía su dignidad humana, fuese o no madre.

    Cuando el genial Otto Weininger traza en Sexo y carácter una idea demoledora de lo femenino antes de suicidarse a los 23 años, la mayor proximidad de lo femenino a lo inconsciente y la naturaleza le lleva a describirlo como esencia eterna contrapuesta a lo racional y espiritual, asociado arquetípicamente a lo masculino (no hay mujeres curas). Y extrae su mujer eterna de la subcultura femenina de la época que Lou Andrea detestaba.

    Poco que ver con la mujer actual, pero en ciertos aspectos hay una menor convergencia entre subculturas (la fusión es totalmente indeseable). La interpenetración de las culturas masculina y femenina es el objetivo feminista pero se está produciendo tal conjunción antes en otros mundos que en el cultural, como evidencia que la ministra del ramo lo sea porque su marido ha leído y fundado un partido y no al revés.

    Lo masculino y lo femenino: la tierra y el espíritu, el águila y la serpiente, símbolo éste tan nietzschiano que preside la imponente cama de Niceto Alcalá-Zamora, primer presidente de la II República, en su casa natal de Priego o el escudo mexicano. Las mujeres tradicionales (a menudo votan izquierda como las socialistas que criticaba Lou) suelen ser muy reivindicativas sin salir de la vieja subcultura.

    Pero lo deseable es que la horizontalidad de la serpiente no prime absolutamente sobre la verticalidad del águila o viceversa, y la mujer se incorpore plenamente a un reducto minoritario, pero todavía más masculino, como la cultura.

    01 nov 2022 / 01:00
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