Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

La decadencia de Occidente

    CON el coronavirus llega otra vez a nuestras pantallas y a no pocas páginas ese famoso mantra: “la decadencia de Occidente”. No es la primera vez que ocurre, desde luego, pero el virus ha golpeado tan fuerte que todas las seguridades de este Primer Mundo, construidas tras la debacle de la Segunda Guerra Mundial, parecen ponerse en entredicho, y esta vez de una manera definitiva. Si a ello le une la larga lista de teóricos sobre la potencial destrucción del proyecto europeo, las cosas parecen tomar un cariz poco menos que apocalíptico. Europa tiene que luchar contras sus errores, pero también contra sus infinitos detractores: incluso, desde dentro. Se me antoja una tarea gigantesca. Aunque tal vez sea una tarea de la que pueda salir increíblemente reforzada.

    La decadencia de Occidente es la frase que se vuelve a escuchar, el título rotundo, incuestionable, la caída, el hundimiento. Lo repetía ayer John Gray en ‘El Mundo’. Lo que se observa es una caída progresiva de los proyectos globales, tocados por la pandemia, pero ya cuestionados antes, y un reforzamiento de lo local, de lo doméstico, lo que implicará en breve, ayudado por la movida del virus, un estrechamiento de las relaciones internacionales y un progresivo aumento de los controles fronterizos. El miedo siempre ha ayudado a limitar las libertades y el miedo puede ser, una vez más, aliado de los cambios fundamentales que se avecinan en el mundo. Es decir, se construirá la política cada vez más desde el temor, desde conceptos como la seguridad, que tienen un gran recorrido electoral, y desde la prevención hacia todo lo exterior. Es decir, se consolidará el miedo al otro.

    Si todo esto es así, me temo que todos los que esperan un mundo idílico y feliz tras la pandemia, atravesado por una nueva generosidad, van a llevarse una amarga sorpresa. Lo que dibujan algunos es la decadencia del Primer Mundo tal y como lo conocimos, sin afirmar muy claramente qué otro mundo va a emerger, como no sea el de la batalla soterrada, el aislamiento, la hostilidad y, en suma, todo aquello que podría definir una sociedad directamente invivible. Tengo la sensación de que no asistimos tan sólo a la decadencia de Occidente, sino más bien a la decadencia en general.

    Visión tan pesimista, a la que no acostumbro, proviene de la insatisfacción que produce la política actual. Un nuevo humanismo poscoronavirus debería provocar el nacimiento de una nueva política del siglo XXI, algo que aún no ha llegado (porque los crecientes liderazgos brutalistas, basados en la destrucción del pensamiento crítico y el desprecio del conocimiento no creo que sean lo que queremos). Tal vez nos salve el hecho de que esta crisis está colocando a la ciencia en lo más alto de las necesidades del ser humano, desnudando el autoritarismo simplificador. Obama, en lo que parecía que iba a ser un discurso ‘light’ de graduación, acaba de decir algunas verdades. Necesitamos nuevas formas de hacer política que no se basen en el maquillaje propagandístico del lenguaje, en el uso de las tendencias globales para imponer realidades dogmáticas, ni en las batallas que convierten la política en una guerra artificial, en la exageración del antagonismo. De alguna forma habrá que empezar la lucha contra la anunciada decadencia.

    18 may 2020 / 00:08
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.