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La Galicia sola y caníbal se papa a las juezas ligeras

Cuentan que un día, en un mitin en un barrio obrero de Barcelona, cansado Julio Anguita de los aplausos vanos y el entusiasmo hipócrita de los que luego, a la hora de la verdad, se entregaban al voto útil socialista, se encrespó en su discurso y abruptamente frenó en seco la emoción de las masas advirtiéndoles: “Veo mucha adhesión a IU cuando las cosas os van mal, pero si luego votáis al PSOE, joderos”. Yolanda Díaz, la líder comunista in pectore mientras Alberto Garzón siga absorto en el minúsculo ministerio que lo consume, es mucho más sutil y desde su posición en el Gobierno teje una tupida malla sindical que hace desconfiar a Pedro Sánchez que la fotografía empieza a moverse y que serán los socialistas más auténticos los que introduzcan en ella el voto útil y más profundo de la izquierda.

Si alguien no entiende lo que es el voto profundo, que no se preocupe, los dirigentes políticos tampoco, aunque disimulan mejor. Pero tal vez nos lo pueda aclarar a todos esa jueza marbellí experta en profundidades gárgaras que hace de sus autos y sentencias una bárbara profesión de fe en una territorialidad socialmente tan inexistente como la que políticamente proclaman algunos independentistas, y tan prepotentemente ignorante y peligrosa que enerva incluso al mismísimo presidente Núñez Feijóo, tan dado al respeto reverencial ante los próceres de la judicatura.

Porque si algo puede conseguir la sentencia donde se recoge esa expresión de “Galicia profunda” que hiere hasta las entrañas intangibles de nuestro Parlamento, es que el presidente de la Xunta acabe de convencerse por completo de que el hábito no hace al monje, proceso de descreimiento en el que se inició con la asombrada contemplación de las intervenciones irreverentes de Luís Villares, magistrado y entonces portavoz de En Marea en esa Cámara que hoy se revuelve con la unanimidad de todos sus miembros, al son de Ana Pontón, contra esa jueza marbellí que habita en las profundidades de una España imaginaria y tan cavernaria que no llegó a ser ni recogida por el Sánchez ilustrado, Sánchez Dragó, en su historia mágica Gárgoris y Habidis. Existen jueces y magistrados que actúan fuera de época y de lógica, como inusuales cavernícolas en un tiempo presente: el Legislativo gallego lo ve en la togada de la “Galicia profunda” y otros, en Manuel Marchena y su obscena patada a la carrera de Derecho que estudió nuestro presidente.

Reaccionó Feijóo contra la afrenta de esta jueza al pueblo que preside publicando en Twitter una foto suya tan antigua que cuando se tomó todavía era inimaginable la existencia de esta red social, una imagen suya de bebé en un carrito empujado por su abuela en la aldea de Os Peares. Se advierte en esta acción cierta vocación tardía del presidente como publicista: si en el lugar donde vino al mundo ya casi no nacen niños y además los insultan desde el tercer poder del Estado, qué mejor lema para una campaña propagandística que intente revertir esta situación que el dual Dé a luz en el rural y su hijo podrá ser algún día presidente de la Xunta.

Más o menos, salvando las distancias conceptuales y creativas que se quieran, esta es la idea básica que subyace también tras el proyecto del regidor de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, un hombre del Renacimiento que planea rascacielos y toca a Bach en el piano en su despacho –puede que para amansar a las fieras que lo rodean– y todo para acabar copiando a Teruel Existe. Gracias a él sabemos que, además de la Democracia Cristiana, existe una Democracia Ourensana que, sin la necesidad de un Adenauer, al final lo llevó a la alcaldía de la capital. Y ahora quiere ocuparse de la provincia, preocupado, como Feijóo, de que en lugares como Os Peares no nazcan bebés y la circunscripción se vaya haciendo cada vez más y más minúscula de manera que si no reciben inversiones de las administraciones públicas ya no es porque no quieran otorgárselas, sino lisa y llanamente porque casi no existe.

El presidente Feijóo es más pragmático y pone en marcha su particular Galicia Existe prometiendo ocho mil euros a quien se traslade a vivir aquí, preferentemente si son gallegos de origen. Una oferta tan jugosa es para pensárselo, y no faltará quien caiga en la tentación de emigrar y volver en unas semanas para llevarse el generoso aguinaldo, como hacen algunos con su banco cuando estos anuncian apetecibles regalos únicamente para quienes ingresen una nómina nueva.

Mientras tanto, para remar hacia ese objetivo repoblacional que esta comunidad necesita con urgencia, es importante que no se propague la visión aterradora y distorsionada de esa jueza marbellí, de cuyo nombre no me quiero acordar, que vive atrapada en la profunda ignorancia. Menos mal que no escuchó la Galicia caníbal de Antón Reixa en Fai un sol de carallo, una representación alegórica que pasó todos los controles de seguridad de nuestro Parlamento porque a la literatura y a la música todavía se le permiten ciertas licencias que afortunadamente a la prosa judicial le están prohibidas. Esto es así le guste a quien le guste. Y al que no, como diría Anguita, que se joda.

29 oct 2021 / 01:00
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