La Ley de Educación

NO conozco la controvertida ley Celáa, pero la nueva ley educativa invita a la desconfianza por tratarse de un gobierno estrecho de miras, proclive al espíritu de secta y con una extravagante dedicación a combatir la desigualdad en el campo de la gramática y un empeño en fijar una memoria selectiva y punitiva del franquismo (muy estudiado por profesionales y que apenas admite ya sino matices en reparaciones y honores). Relato éste un tanto tendencioso que al censar la barbarie de los últimos 85 años pasa de puntillas por motivos fáciles de imaginar por los mil asesinatos de ultranacionalistas y comunistas (ETA, Grapo...), o la contribución de socialistas y nacionalistas catalanes a desestabilizar la República. Ya sabemos todos que el franquismo fue un régimen criminal en sus orígenes y desde 1960 un régimen autoritario más moderado que el venezolano o cubano, que tienen partidarios en el gobierno.

La educación pública tiene como misión principal la instrucción en materias básicas y la contribución a la formación integral del individuo. Esto último apenas interesó. En la dictadura, la pública instruía bien sin formar y la privada, más aún que en instruir solía pensar en formar con una voluntad dirigista mal orientada. Esto ya cambió. “Nunca olvidaré la instrucción que recibí en los cincuenta en el Instituto de Badajoz”, me dijo admirada una persona muy conservadora. Educar debería además preparar para la autonomía y la emancipación por el uso del propio discernimiento a individuos diferentes que deben coexistir entre sí en determinada sociedad y bajo la dirección de un educador más atento a tal diversidad y sociedad que a una espesa burocracia. Lo deseable sería que existiera una asignatura que enseñara a vivir y a reflexionar sobre el sentido del propio lugar en un mundo tecnoeconómico plano que no se preocupa del conocimiento de lo que es más importante sino solo de que se conozca bien el tornillo que se aprieta. Se trata de instruir y formar gentes autónomas y conscientes de sí que se ejercitan pronto en el autoconocimiento y el discernimiento de las cosas del mundo como sujetos libres que aspiran a expresar lo mejor de sí mismos.