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La magia de leer

    LA piel del tambor fue una de las primeras novelas que me enganchó a la lectura. Su trama, la manera de describir los escenarios y el elenco de personajes cincelado por la pluma del autor, me cautivaron casi desde el primer párrafo. Inmerso en una Sevilla de fábula en la que la trama urbanística y la humana se entrelazan para describir un nudo de esos que, quieras o no, acaban por atraparte, Lorenzo Quart, Macarena Bruner, Príamo Ferro, Óscar Lobato, Pencho Gavira, La niña Puñales, Gris Marsala y Octavio Machuca se colaron pronto en mi imaginario y me sedujeron hasta llevarme luego a las páginas de La tabla de Flandes, El maestro de esgrima o El capitán Alatriste.

    Fidelidad del lector a la obra del maestro. Seguramente. ¿Qué quieren que les diga? Pero el caso es que, mañana, La piel del tambor se estrena en cines. Y anteayer, don Arturo lanzaba Revolución, su nueva novela, en el prime time de El Hormiguero. Entre una cita y la otra, me dio por reflexionar...

    En primer lugar, tras tantas páginas imaginándome como encarnar a los protagonistas, pensé: ¿harán Richard Armitage, Amaia Salamanca y Rodolfo Sancho justicia al bosquejo construido en mi cabeza del padre Quart, de la bella aristócrata andaluza con nombre de Esperanza y del director general del banco Cartujano? Porque, si bien el cine es una parte esencial de la narrativa de los últimos cincuenta años, mata tantas veces las ensoñaciones de quien lee, que no puedo dejar de preguntarme: ¿la tecnología acrecienta o cercena la magia? Complicada pregunta en la era de Netflix. Y permítanme que me explique.

    Leía el otro día una inquietante estadística que reflejaba la proliferación de suscriptores en plataformas de esas que te resumen un libro de trescientas páginas en un post de diez minutos. No es de extrañar en una sociedad en la que se nos venden la inmediatez como una necesidad y la tecnología como el mayor de los activos.

    Acostumbrados a devorar una serie de treinta capítulos en un maratón de fin de semana, el regusto por saborear una buena novela durante una hora al día parece un hábito en peligro de extinción. Y yo me pregunto: ¿nos estaremos cargando la magia entre tantos audiovisuales englutidos sin apenas tiempo de digestión?

    Escuchando a Reverte lo pensaba. ¿Cómo una vida tan intensa, apasionante y prolífica en obra y legado puede sonarnos a más de lo mismo? La tiranía de las redes y los podcasts se están cargando la magia.

    20 oct 2022 / 01:00
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