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La nueva política era Vox

    LLEGARON como una explosión que pilló desprevenidos a los dos grandes partidos nacionales que habían decepcionado a los ciudadanos por la gestión de la crisis económica de 2008, uno porque se vio sobrepasado en su origen, y otro porque cuando llegó al Gobierno se olvidó de lo que había dicho que no haría. Podemos surgió al calor de las movilizaciones del 15-M, a los indignados se les pidió que dejaran la calle y compitieran en elecciones y así lo hicieron aunque replicaron una organización tradicional en su forma de presentarse.

    Ciudadanos, desde Cataluña, dio el salto a la política nacional, atrajo votos desencantados de populares y socialistas y llegaron a rozar con los dedos el sorpasso. Los errores estratégicos de los líderes de ambos partidos, Pablo Iglesias y Albert Rivera, les ha llevado a un declive electoral en la serie de comicios que comienza en noviembre de 2018, porque también copiaron de manera muy rápida todos los errores de los partidos mayores.

    Nacido como un outsider, una escisión del PP, Vox ha crecido al ritmo de un vaivén del péndulo de la política que se ha beneficiado de una corriente de opinión que ha corrido por todo el mundo, y en todos los países desarrollados –EE UU, Francia, Alemania...– la ultraderecha ha logrado articular un mensaje xenófobo similar en el que se pone el acento en la inmigración ilegal, todo tipo de negacionismos, el ultraliberalismo...

    Ciudadanos se encuentra al borde de la desaparición porque sus apoyos han vuelto al lugar de donde salieron, al PP, al que provocaron los peores resultados de este partido en varias elecciones. La opa hostil del PP a Ciudadanos ha calado y lleva camino de acabar en su absorción, o que quede como un partido residual que no sirva para aquello de lo que trató de convencer a los ciudadanos que era su propósito –ser un partido transversal capaz de pactar a ambos lados del espectro político–, bien porque no alcance el límite necesario para entrar en los parlamentos autonómicos, o porque sus escaños en el Congreso no sean determinantes. El partido naranja también se nutrió de votantes socialistas desencantados.

    Con Podemos, las esperanzas se frustraron muy pronto. La brecha que se abrió con Izquierda Unida no se cerró cuando llegó el acuerdo entre ambas fuerzas y el partido morado entró, además, en un proceso de purgas contra los críticos.

    Vox, sin embargo, sigue pujante, su mensaje es cada vez más extremo y, pese a la ruptura verbal entre Pablo Casado y Santiago Abascal, ha logrado derechizar el discurso del partido conservador, como ha ocurrido en otros países. Vox ha aprovechado sus resultados para condicionar los gobiernos territoriales de un PP que mira para otro lado con la esperanza de que algún día, como los votantes de Ciudadanos, vuelvan a la casa grande de la derecha.

    22 jul 2021 / 01:00
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