Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

La querencia

    LA palabra querencia, habitual en el mundo de los toros para referirse al acercamiento del animal, ya herido de muerte, al lugar del que salió de los corrales, es también aplicable a los seres humanos, que manifestamos inclinación a volver a nuestros orígenes cuando percibimos el ocaso. En la juventud, el deseo de soltar las amarras de la tutela familiar para alcanzar la deseada libertad, nos hace inspeccionar el entorno del redil y subestimar la importancia de los orígenes: la tierra en que nacimos, costumbres del lugar, familia, amigos...

    Al alcanzar la madurez, la independencia nos hace tomar derroteros que nos alejan del redil, conocer y asumir otras costumbres, formas de vida y espacios diferentes, entablar nuevas relaciones personales, conocer espacios diferentes, ...En suma, en alguna medida dejamos nuestros orígenes en un rincón de la memoria y disfrutamos intensamente de lo nuevo.

    Cuando empezamos a pensar en que algún día llegará el ocaso, es bueno echar raíces en un lugar para afianzar, sobre todo, las relaciones personales enriquecedoras, que nos darán estabilidad, serenidad y complacencia en la última etapa de nuestra vida. Intentar improvisarlas, sería un error, porque sólo el transcurso del tiempo asienta la amistad, las costumbres, las aficiones que llenan el tiempo de ocio, ...

    De repente, un día miramos al horizonte y vislumbramos el ocaso y damos valor a esas raíces que nos permitirán seguir contemplando con paz el futuro.

    Es en este momento cuando surge la natural querencia hacia los orígenes, en una aparente contradicción con la estabilidad alcanzada. Y pensamos con nostalgia en nuestro lugar de nacimiento donde vivimos la niñez y la adolescencia, en la familia que desapareció; recordamos hechos y situaciones compartidas con amigos a los que no vemos desde hace tiempo, sentimos la necesidad de recuperar lazos familiares que, tal vez, hemos mantenido olvidados, recorrer las calles de nuestros juegos infantiles, los cines que frecuentábamos, el portal en el que vivía una chica a la que nunca nos atrevimos decir una palabra, y sentimos la necesidad de volver, para recuperar el tiempo pasado aunque sólo sea por un momento.

    Advertimos que la añoranza nos permite vivir con intensidad el pasado y que su recuerdo empieza a ser más nítido que lo que tenemos más próximo. Aprendemos a convivir armónicamente con la morriña y el presente, con los sentimientos y la realidad. Unos días esa convivencia nos producirá goce y disfrute porque nos traerá imágenes de paisajes, personas, lugares, momentos en los que fuimos felices; en otras sentiremos la tristeza de no poder recuperar un pasado que no volverá.

    Y tal vez, en algún momento, podrá llegar el momento de perder la identidad, sin que siquiera podamos preguntarnos: ¿quién soy?

    05 nov 2022 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito