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La tormenta perfecta

    HACE años vi una película que llamó mi atención, La tormenta perfecta. Es un largometraje del año 2000 protagonizado por Diane Colleen y George Clooney. La acción se desarrolla en Massachusetts, un pueblo de pescadores de EE.UU., y está basada en un hecho real. Cuenta la historia de un pesquero con una magnífica tripulación, con más o menos tensiones entre ellos, que se enfrenta a un temporal de magnitud extrema, quizás nunca vista, o más bien a dos temporales superpuestos. La recomiendo para los que no la hayan visto y por eso no desvelaré el final.

    Siempre he oído decir que la realidad supera a la ficción y en este momento la realidad de la vida, la cruda realidad, va por delante de cualquier serie o película que nos podamos imaginar. En nuestra vida real quizás estemos en la “tormenta perfecta”, pero no causada por una ola gigante o un inmenso temporal, sino por una inesperada e inconveniente pandemia que, al igual que la ola gigante, solo veíamos en las películas de ciencia ficción. Científicos vestidos con trajes de protección especiales tratando de salvar la humanidad. Desde la butaca del cine nos entreteníamos comiendo palomitas, pensando que el argumento era entretenido, pero demasiado alejado de la realidad. Era impensable que una pandemia causada por un insignificante virus pudiera poner en peligro el buen vivir de una parte de la humanidad.

    Una vez más diré que la realidad supera a la ficción. Hoy, en el mundo en el que vivimos, estamos también en la tormenta perfecta. Una ola gigante cargada de un virus con forma de corona que se está llevando por delante millones de vidas de personas que no han podido defenderse y el tejido económico de muchos sectores. Estableciendo un símil con el pesquero de la película, el Andrea Gail, podemos observar cómo las condiciones de la tormenta pueden llevar al buque en cuestión al anunciado desastre. Resta saber si la solidez del mismo, la gran pericia de su tripulación y el magnífico oficio de su patrón están en condiciones de hacer algo para tratar de evitar el desastre. Desde la butaca del cine esperamos un final feliz, confiando en la pericia de la tripulación y en la Virgen del Carmen, a la que siempre recurrimos los marineros en situaciones difíciles, igual que nos acordamos de Santa Bárbara en la tormenta.

    Todo lo anterior es la ficción cinematográfica, pero pasemos a la vida real, a la tormenta que nos está tocando vivir. En la vida real, nosotros somos los armadores del barco que está capeando el temporal. El barco se llama España y la tripulación está compuesta por los que la gobiernan. España se encuentra en medio de una tormenta con olas víricas de más de treinta metros. Con sorpresa y desasosiego, nosotros los armadores, los que pusimos la tripulación a gobernar el barco, vemos que unos quieren virar a babor para coger la ola, otros a estribor sin ningún motivo y algunos quieren dividir el barco en varios pedazos porque defienden que troceado navegará mejor. Los que están en el puente de mando aplauden las ocurrencias de unos y otros, pero ninguno sabe nada de lo que hay que hacer. Lo único que tienen son ocurrencias. No lo saben porque no tienen ninguna experiencia, ningún oficio y mucho menos conocimiento de lo que se traen entre manos. Cuesta creerlo, pero es así.

    Nosotros, los armadores del buque, los que sentamos con nuestros votos a la tripulación en el puente de mando, hemos escogido para tal misión a una tripulación que no tiene ningún oficio ni titulación y, mucho menos, experiencia. Entiendo, y creo que no me equivoco mucho, que para gobernar un buque y sacarlo a la mar cualquiera de nosotros exigiríamos un patrón con mucho oficio, con años de experiencia, buen hacer y con la mejor tripulación. No me puedo imaginar que un gran trasatlántico cargado de pasajeros salga a la mar con inexpertos oficiales y tripulantes. ¿Por qué entonces permitimos que el barco España esté navegando con inexpertos e indocumentados gobernantes? ¿Por qué permitimos que cualquier político se pueda presentar a un cargo sin los conocimientos y experiencia pertinentes? Si tenemos que escoger una tripulación para dirigir el buque España, ¿por qué no exigimos que sean expertos y documentados tripulantes? No me refiero solo a los que ahora están en el puente de mando, que nadie me entienda mal.

    La reflexión va también para los que pretenden sustituirlos. ¿Qué oficio tienen, qué conocimientos, qué preparación...? ¿De verdad pondríamos un buque en manos de cualquiera de ellos, o al menos de la mayoría? Es cierto que hay excepciones, pero lamentablemente pocas y así nos va. Se ha creado en nuestro país una clase política, profesionales de la política, que tanto valen para un roto como para un descosido. Pueden, desde cero, ser presidentes de gobierno, de una comunidad autónoma, ministros o consejeros de cualquier empresa pública. La preparación, lo de menos; lo importante, el cargo y la nómina. ¿Es de ellos la culpa? Claro que no, ellos son atrevidos e ignorantes, pero la responsabilidad la tenemos los que los contratamos, los que depositamos nuestra papeleta y apostamos por ellos. Hagamos una reflexión y evitemos dar nuestro apoyo a quien no lo merece, sin importar el color. Conseguiremos que nuestro barco llegue a buen puerto y que el partido político de turno se preocupe de presentar buenos tripulantes que merezcan nuestra confianza.

    12 abr 2021 / 01:00
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