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La Xunta y la Sharia

    HACE años, una opositora a un puesto de carrera en la Xunta de Galicia, alegó que su fe musulmana no le permitía realizar ninguna actividad en viernes, el día sagrado, y como coincidía ese día de la semana, en lugar de hacer el examen junto a cientos de aspirantes, logró que se la examinara a ella sola, tranquila y sin agobios otro día, lo que causó una profunda indignación. Con enorme habilidad, la opositora invocó el artículo 12 de la Ley 26/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo de Cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España. El artículo 12.4. establece “Los exámenes, oposiciones o pruebas selectivas convocadas para el ingreso en las Administraciones Públicas, que hayan de celebrarse en los días a que se refiere el número anterior, serán señalados, para los musulmanes que lo soliciten, en una fecha alternativa, cuando no haya causa motivada que lo impida”. Y así fue, lo que ocurre que al mismo tiempo supuso una discriminación para el conjunto de los aspirantes, por lo que la oposición ya no se realizó en las mismas condiciones, principio básico y constitucionalmente esencial.

    Los analistas que se ocupan del fenómeno musulmán en España no se pone de acuerdo: Los pesimistas entienden que se refieren a la experiencia en otros países europeos, como Francia o Alemania, muestra que amplios sectores de la población musulmana, ya nacidos y educados en estos países, se han impermeabilizado frente al resto de la sociedad, manteniendo su unidad interna con criterios identitarios de un fuerte carácter religioso. Otros confían en que las cosas mejorarán con el tiempo.

    En sus análisis sobre los riesgos que supone para Occidente la incompatibilidad de su sistema de valores con el crecimiento del Islam, Giovanni Sartori señalaba que el occidental laicizado no toma estas cosas en serio, y mucho menos las comprende. Pero se equivoca. Ninguna religión contemporánea tiene la capacidad de penetración del islamismo. Su “ley sagrada” (Sharia) verdaderamente lo penetra todo. No acepta ninguna esfera extrarreligiosa, y por lo tanto no distingue entre vida laica y vida de creyente. Aquí todo está fundido. La opositora de la que hablamos fue prueba de ello. Pero lo peor es que se salió con la suya. ¿Y cuántas más habrá habido?

    31 ago 2021 / 00:55
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