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Las 27 del 78

    HACE casi cuatro años alguien me regaló un libro sobre una mujer, era una mujer desconocida para mí a pesar de haber tenido un papel fundamental en la historia más o menos reciente. Con el tiempo caí en la cuenta de que el verdadero regalo no era el libro, sino el haber despertado mi curiosidad por descubrir y profundizar en todo un universo de mujeres por conocer, un universo paralelo, mucho más rico y completo del que reflejaban los que habían sido mis libros de historia.

    La historia que me habían contado no estaba completa, faltaban ellas, faltaban las que nos habían precedido, las que pasaron a ser meras sombras en el relato oficial y aceptado, las que compartiendo espacio no fueron ni siquiera mentadas.

    Acierta de lleno Dacia Marini cuando dice que
    “las mujeres cuando mue-ren lo hacen para siempre, sometidas al doble fin de la carne y del olvido”, así fue al menos durante muchos años, demasiados, en los que la historia la escribían los hombres casi en exclusiva, y ya se sabe el peso que tiene para la historia quienes son sus escribanos.

    Algo similar me pasó cuando estudié el proceso constituyente, tampoco encontré a las mujeres en aquellos voluminosos libros de Derecho Político, el tiempo y la necesidad casi moral por completar el relato me descubrió a las 27, las 27 madres de la constitución, las 21 diputadas y seis senadoras que debatieron y fueron parte de nuestra Carta Magna.

    Las madres de la Consti-tución, las mismas que vieron, como a pesar de que el texto promulgaba un esperado reconocimiento de igualdad entre sexos, incluía también una injustificable ley semisálica de acceso a la corona, muchas reaccionaron sin éxito frente a ella, algunas, incluso, abandonaron el hemiciclo para no presenciar lo que vivían como un atentado a la dignidad de todas las mujeres. No era el hecho en sí, sino lo que esto representaba.

    En cualquier caso, parecía escasa, por no decir nula capacidad real de presión que tenían las constituyentes por aquel entonces, a duras penas conseguían sacudirse los prejuicios y defender su espacio, 27 diputadas y senadoras, de 557 diputados y senadores totales. La igualdad no parecía una “cuestión de Estado” en la recién estrenada democracia.

    Este 6 de diciembre hay poco o nada que celebrar, permítanme al menos recordarlas a ellas, su pa-
    pel, su existencia en un pequeño, pequeñísimo inten-to de combatir la amnesia colectiva, un ejercicio de sororidad en el tiempo, un insignificante pero reconfortante intento de recuperarlas del olvido.

    Muchas todavía viven, otras nos fueron abandonando durante estos 42 años, todas nos representaron de una u otra forma, con diferentes ideologías y sensibilidades políticas pero con, al menos, una idea común, la de ser merecedoras de los mismos derechos que cualquiera de sus homólogos y un propósito compartido, el de que nada volviese a ser igual.

    03 dic 2020 / 00:00
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