Las dos (no más) Galicias
CONVIVENCIA. Separadas por apenas unos metros conviven dos formas de entender a Galicia, y a España, y lo hacen pacíficamente. A un lado y a otro ambas manifiestan sus ideas respetando lo que piensan los otros en un insuperable ejemplo de cohabitación que no se da, por ejemplo, en otras comunidades. Impensable pensar que en Euskadi o Cataluña consitucionalistas e independentistas puedan manifestar públicamente sus diferencias como ocurre en Santiago un 25 de julio.
En la plaza del Obradoiro la Familia Real era acogida con muestras de cariño sin que a nadie, por encima de los controles policiales, se les ocurriera acudir a provocar quemando banderas o retratos de Felipe VI. Justo al lado, en a Quintana, el Bloque exponía sus ideas; defendía la república y la independencia y hasta nadie les interrumpía cuando Ana Pontón proclamó que “nin queremos poñernos límites, nin que outros nolos poñan, non queremos que nos impidan camiñar cara a un novo status de nación, porque Galiza non pode quedar na liga das rexións, temos que xogar na liga das nacións”.
Ni siquiera el vuelo de los miembros de la patrulla Águila sobra ambas plazas alteró los ánimos. A un lado aplausos y vivas al rey, a España y al Ejército mientras que al lado se oían gritos de “Galiza ceive, poder popular”. Libertad de expresión en estado puro.
Los otros, los más radicales, ya no cuentan. Vieron tan reducidos sus apoyos que solo les queda organizar simbólicas cadenas para liberar a los presos políticos e irse a tomar unas tazas de vino y tapas de pulpo. Que también es una forma de hacer patria. O matria, que diría Yolanda Díaz. antón Trabanca