Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Lo peor del virus

    LO peor del virus es la enfermedad y la muerte, qué duda cabe, pero hay que admitir que todavía estamos sorprendidos por su inmensa capacidad para triturarnos la modernidad, o sus ínfulas. La verdadera perplejidad, varios meses después, reside en pensar cómo es posible que esta pandemia esté atacando, uno por uno, nuestros asuntos más queridos, la forma de vida más guay del Paraguay, perdón por el dicho viejuno, y todo lo demás. Un amigo lo resumía, sin ambages: “ha venido a jodernos con ganas”. Quiere decirse que nuestra fuente de alegría está siendo demolida por el coronavirus, además de dañar severamente la economía, por supuesto, y de poner en jaque la educación y la sanidad. O sea, un ataque feroz en la línea de flotación.

    La fuente de alegría es la convivencia y el abrazo, la cercanía y la calidez, la comida y la bebida compartidas, los teatros llenos, los cines llenos, los conciertos llenos. Hay otras cosas, de acuerdo, hay posibilidades de sobrevivir en soledad, pero tenemos una cultura de calle y de plaza, necesitamos sentir cerca al personal, incluso en este tiempo de las redes sociales y videoconferencias, nos encanta hacer de la comida una celebración de la existencia. La pandemia, casi desde el minuto uno, ha venido a cercenarnos cuanto teníamos, en dos telediarios. No sólo nos destroza la economía, que también, sino que se aplica con saña en aquello que nos alegraba la vida un viernes por la tarde, aquello que tal vez valorábamos más que ninguna otra cosa, esa espita liberadora, esa risa, que es el mayor tesoro.

    Lógicamente, en los informativos prima lo económico, lo educativo, lo sanitario, pero el personal anda desquiciado con la pérdida de la alegría, con ese derrumbe de casi lo único que nos libraba de todo mal, que era el sol de las calles, sin distancia, y los buenos alimentos en amor y compaña. Ya sabemos que no es posible, que la ciencia nos avisa de las graves consecuencias de ir por libre, de lo insolidario que es no pensar en los demás. Pero eso no evita la gran frustración por haber perdido las buenas costumbres que nos proporcionaban un poco de felicidad, siempre tan efímera, o más bien porque la pandemia nos las haya arrebatado de la noche a la mañana, sin contemplaciones, y al parecer sin ganas de soltar la presa.

    Nos hemos quejado siempre de cómo el trabajo nos devora, de cómo el tiempo libre es escaso, de cómo la modernidad no ha conseguido aún que el ser humano viva más tiempo para la alegría, el ocio y la felicidad: ese sería el verdadero progreso. Sin embargo, el virus ha hecho que ese pasado reciente nos parezca ahora el paraíso. No falta quien asegura que ese pasado tardará en volver, si es que vuelve. Ayer escuché a alguien experto que auguraba un futuro inestable, en el que no faltarán amenazas y nuevas pandemias. No quiero amargarles el sábado, mi día favorito de lo semana (incluso ahora). Tal vez haya que reinventar una nueva forma de vida. Tal vez la nueva modernidad sea otra cosa cuando llegue. Pero no creo que aceptemos una vida privada de los demás, de la celebración y la risa. Eso sería como una muerte anticipada. Lo peor del virus es la enfermedad. Sí. Pero también su inmensa capacidad para destruir aquellas cosas cotidianas que hacían la vida un poco más soportable.

    19 sep 2020 / 00:57
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.