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Lo pueril y lo brutal

    UNO de los grandes enigmas del presente reside en esta evidente convivencia entre los ‘naif’, lo pueril, lo superficial, y lo brutal. Probablemente tiene que ver con la representación mediática, que hoy lo acapara todo, como si no existiera nada fuera de las pantallas: hay una necesidad de modular cuanto decimos, de corregirlo para no ofender (aunque la ofensa a veces sea precisamente ese impostado afán corrector). Pero, al tiempo que eso ocurre, hay otra necesidad, o eso parece, que consiste en manifestar antipatía, rigidez, autoritarismo, superioridad y sobre todo un aire desabrido, como si ahí residiera la razón, como si esos fueran atributos de la seriedad. No: son atributos de la intolerancia y del mal gusto. Algunos muestran ese tono, ese aire, para imponer, para intimidar, como hacen los animales cuando erizan su piel o mudan su color para avisar de sus peligros. Es, en realidad, una conducta muy primaria. Claro que el ser humano lo hace a sabiendas.

    Tanto las manifestaciones de puerilidad y superficialidad como las de brutalismo e intolerancia dicen mucho de los males de este tiempo. Para empezar, muestran nuestras contradicciones, al menos a primera vista, pero en realidad responden al mismo fenómeno de confusión y de manipulación del lenguaje. También tienen que ver con el predominio de las emociones sobre la razón, porque a muchos les interesa el lado emocional (y no sólo de la política), la opinión basada en reacciones elementales, y no quieren ver ni de lejos un atisbo de razonamiento profundo. Como ya hemos escrito aquí, en eso reside el potencial de muchos populistas y demagogos. Lo que esconde no es otra cosa que doblegar la libertad del lenguaje mediante la introducción de elementos que aparentan reducir los problemas a ideas pueriles, y lo peor es que hay mucha gente dispuesta a comprar esos argumentos de baratillo. Infectado el lenguaje, todo resulta más fácil a la hora de inocular la confusión, la confrontación e incluso la estupidez.

    En fin, que no es cuestión baladí la calidad del material con el que se construyen los pensamientos, las frases, las palabras. Me temo que usar lenguaje demasiado manoseado, precocinado en las industrias del dogmatismo o de la polarización, esos lugares donde todo se fabrica utilizando la materia prima del odio o de la sinrazón, nos puede llevar a un callejón sin salida, como de hecho está ocurriendo. Hay una fatiga de los materiales de comunicación y pensamiento, sobre todo porque nos están vendiendo una mercancía averiada. Cada vez es más difícil lograr una idea brillante porque los materiales de construcción del lenguaje, que son los de la construcción de la realidad, no dan la talla, son propensos a la corrosión, sirven apenas para cubrir el expediente, propician el feísmo y no inspiran a nadie.

    La combinación del lenguaje pueril y el lenguaje hiriente y avasallador es una mezcla letal. Quizás sean las dos caras de una misma moneda. La moneda con la que nos compran. Una sociedad construida sobre este mortero de muy baja calidad está condenada al derribo. Los escombros del pensamiento que se acumulan por ahí sin que nadie se moleste en recogerlos tienen que ver con esta aluminosis de la razón. Mientras se aplica un revoque de palabras melifluas, a las que les recorta el vuelo, matando la genialidad, otros vienen de inmediato con frases de hierro, creadas en las groseras fundiciones de la intolerancia. A partir de ahora, vigile los materiales de construcción del pensamiento moderno.

    05 sep 2022 / 00:41
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