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Los milagros existen

    HOY voy a hablar literalmente de mi libro. Renacer en los Andes sale a la venta el 23 de noviembre en su sexta edición ya, con una reedición completa que ha cambiado su portada y contraportada, pero manteniendo el mismo contenido. No podría ser de otro modo, lo del contenido digo, ya que no se trata de una novela que cambia su final, ni de un libro de ensayo, que actualiza algunos temas.

    Renacer en los Andes cuenta la historia de un milagro al menos, quizá tres, aunque sólo de uno tengo la certeza de poder demostrar que lo fue. No hablo de milagro en un sentido u orientación religiosa concreta, sino de unos acontecimientos extraordinarios, que no tienen explicación científica, que yo pedí que sucedieran cuando mi muerte era ya un hecho cierto que iba a culminar en cuestión de horas, que fueron sucediendo uno detrás del otro, y en el orden que yo los iba pidiendo. Y también hablo de Dios en libro, pero de igual modo que con el milagro, no hablo del Dios de ninguna religión en concreto, sino que lo hago en el sentido de lo que cada uno sienta.

    Así los católicos pensarán en su Dios, los Indios hablarán del Gran Espíritu, los habitantes de las cumbres andinas lo harán de los Apus, otros de la Energía Universal, del Alma colectiva o de cualquier otra entidad en función de su creencia. Los Ateos y Agnósticos hablarán de la suerte, o de la casualidad para tratar de justificar lo que yo viví en aquella montaña de los Andes.

    Quiero explicar que yo no quería escribir el libro y que estuve resistiéndome a hacerlo durante 13 años, porque sabía a lo que me exponía en un país como España, siendo un personaje público, al hablar en un libro sobre Dios y sobre Milagros, diciendo además que ante una situación de muerte cierta e inminente, yo entré en un diálogo directo con Él, pidiéndole una ayuda que se me concedió y gracias a eso salí vivo de aquella montaña. No quería escribirlo además, porque hacerlo, suponía desnudarme de alma, ya que en las horas previas al momento de mi muerte, sentí la necesidad de hacer el repaso de lo que había sido mi vida y de mantener un diálogo mental con las personas de mi familia, especialmente mi madre. Y evidentemente sentía todo eso como muy íntimo como para exponerlo en un libro.

    A lo largo de los trece años desde que viví el milagro hasta que me decidí a escribirlo, yo le había contado la historia alrededor del mundo a todas las personas que, teniendo como misión en la vida el desarrollo espiritual, me fui encontrando. Esto me hizo hablarle de lo que me ocurrió en los Andes a cardenales, obispos, maestros de kabalah, rabinos, lamas, Chamanes de distintas tribus... y todos ellos, de diferente forma, en distintos idiomas, me decían la misma frase: “Miguel Ángel, los milagros se producen para que quien los vive, de testimonio de ellos”.

    Todos me dijeron lo mismo, que no me podía quedar para mi lo que había vivido, pero yo seguía intentando escapar de enfrentarme a lo que suponía contar la historia. Hasta que un día, apareció en mi vida sin buscarlo, una de las editoras del grupo Planeta, Laura Falcó Lara. Ella me invitó a ir a Barcelona a la sede, y ante un montón de compañeros de la Editorial, les relaté lo vivido durante tres horas de reloj, en las que nadie respiraba. Al terminar, Laura me dijo: “Miguel Ángel, tienes que escribir el libro”. Y ahí sentí que ya no tenía escapatoria. Así que me puse manos a la obra, y en los tiempos libres que tenía, en los aviones, en el AVE, por las noches, los fines de semana, empecé a escribirlo.

    Recuerdo una anécdota en la que iba yo en un trayecto de tren de Madrid a Valencia y una señora que me vio llorando mientras escribía, se me acercó y me preguntó si estaba bien y si podía ayudarme. Nunca me olvidaré porque en ese momento estaba reflexionando sobre el instante en el que me imaginaba que uno de los amigos que había ido conmigo a los Andes, pero que había sobrevivido, llamaba a mi madre a España para decirle que yo había muerto. Al cabo de un año terminé la obra y se publicó un 10 de octubre de hace ya cuatro años, en los que el libro ha ido aumentando sus ventas sin parar porque tal y como me han contado ya miles de lectores, después de leerlo sienten la necesidad de regalarlo o recomendarlo a otras personas. Renacer en los Andes se catalogó como de autoayuda, un término que no me gusta porque nadie puede ayudarse a sí mismo, solo podemos ayudar a otros.

    Nosotros nos “vivimos” a nosotros mismos y es aprendiendo lo que significa vivir con mayúsculas es que podemos ir sorteando las piedras del camino. Yo escribí el libro para enviar algunos mensajes de lo que yo he aprendido de mi relación con la muerte, primero con la mía, pero también con la de miles de personas a las que he visto irse de este mundo por guerras, catástrofes, enfermedades... por pobreza, y que me ha tocado contemplarlas en muchos lugares del mundo.

    El libro explica y demuestra que la esperanza tiene sentido, y la lucha, y el compromiso, y el amor, y no rendirse... y que los milagros existen. De esto y de otras cosas trascendentes habla el libro. Con él quiero ayudar a otras personas que se sientan vulnerables por cualquier circunstancia de la vida, que tengan miedo, que no le encuentren sentido a nada , que necesiten comprender el sentido de todo lo que nos pasa, que la vida es un regalo... y que esto no se acaba aquí!

    En estos cuatro años, solo me han pasado cosas maravillosas e interesantes gracias al libro. Por ejemplo me han pedido verme más de 100 personas conocidas y reconocidas por todos nosotros y de todos los ámbitos, académicos, políticos, de la cultura, del deporte, de la empresa... porque al yo haberme atrevido a hablar de Dios y de milagros en un libro, querían compartir conmigo experiencias vividas que nunca se habían atrevido a contárselas a nadie, por miedo al qué dirán, sabiendo que yo iba a creerles y a no juzgarles negativamente. ¡Así somos! Y por supuesto que he recibido mensajes en ese mismo sentido, no ya de cientos, sino de miles de lectores anónimos para el gran público. Un catedrático de Física Nuclear y profesor de matemáticas de una Universidad, me envió un documento de veintiséis folios, en los que había formulado una ecuación relacionándola con lo que yo había ido pidiendo para salir vivo, y acabó diciéndome a tenor del resultado final de esa ecuación, que aunque él era ateo, lo que yo había vivido solo podía ser un milagro!? Incluso para hacérmelo más comprensible, mi dijo que era más fácil matemáticamente que me tocara el gordo de la lotería diez años seguidos a que se hubieran dado casualmente todas las circunstancias que me salvaron la vida.

    Para acabar quiero compartir el primer mensaje que me llegó por las RRSS, Facebook concretamente, de parte de una lectora con nombre y apellidos y foto, que me escribió lo siguiente: “Querido Miguel Ángel, acabo de leerme tu libro. Hace veinte días, encendí la tele mientras cenaba y te vi en TVE, hablando de tu experiencia y el presentador que te entrevistaba dijo que el libro salía a la venta en quince días. Yo aquella noche había decidido suicidarme. Tenía las pastillas y el agua en la mesilla preparadas para tomármelas después de cenar, y al oírte contar un poco lo que viviste, tomé la decisión de esperar a leer el libro. Acabo de terminarlo y he comprendido leyéndote el sentido de la vida y que mi vida tiene valor y sentido. No me voy a suicidar. Gracias por escribirlo!”.

    Probablemente algun@s estéis llorando ahora mismo, al igual que hice yo y toda mi oficina cuando les leí el mensaje. En ese momento, llamé a Laura Falcó a Planeta y le leí el mensaje. Ella lloraba también al otro lado del teléfono y me dijo: “¿sabes que estoy pensando verdad?”. “Por supuesto que sí –le dije. Lo mismo que yo”. Solo con que esa mujer en el mundo hubiese leído el libro, ya tenía sentido haberlo escrito. Desde ese día, miles de personas con miles de testimonios de comprensión y gratitud han llegado a mi vida. Los que hayáis leído el libro, ya sabéis de qué hablo. Los que no lo hayáis hecho todavía, hacedlo y regalarlo después a quienes sintáis que puede ayudarles. Yo ya lo escribí, exponiéndome y desnudándome. Ya me desprendí de mi responsabilidad. Ahora el libro es vuestro.

    20 nov 2022 / 01:00
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