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Los payasos de internet

    EN estos tiempos de guerras paralelas con consecuencias nefastas para esta nuestra sociedad que, a pesar de los intentos, no ha tenido tiempo para recuperarse de una pandemia que enterró en vida sus libertades y agujereó sus bolsillos; desde el mundo cibernético, surgen sin cesar aspirantes a estrellas de un firmamento que poco parece tener que ver con el que cubre al resto de este maltrecho mundo.

    Oportunistas de cartón piedra sin más audacia que su caradura, ni más ley que el convencimiento de que cualquiera puede convertirse en pastor del rebaño si es que, de casualidad, suena la flauta.

    Y, entre nota y nota, no cesan en su sueño de hacerse ricos y famosos antes de pasar a mejor vida, convirtiendo las redes sociales de todo tipo en un circo sin payasos o, quizás y mejor dicho, en una casa de los horrores que muestra sin pudor la cara más absurda del género humano que lo practica y del que, desde su sillón, lo encumbra.

    Vestimentas y situaciones imposibles que, ciertos aspirantes a influencers que parecen beber para olvidar, pretenden imponernos desde la sutil sugerencia, o comportamientos que intentan normalizar lo extraño convenciéndonos de su actual normalidad; componen un catálogo de estúpidos y de estupideces que invitan a todo menos a la reflexión.

    Una reflexión, que si siempre fue necesaria, a partir de ahora debería ser asignatura obligatoria en colegios y universidades, para tratar de reconducir la dirección de un planeta que se desangra biológica y moralmente.

    Porque, si poco podemos hacer para frenar su inevitable caducidad, algo podemos intentar para cultivar las inteligencias reales y fortalecer los principios y valores que como seres humanos sin influencias banales, deberíamos tener y fomentar.

    Quizás de ese modo, si en lugar de enseñarnos una colorida montera toril para asistir a una boda sin pasar desapercibidos, o la manera de tirarnos a una piscina desde un sexto piso; nos mostrasen hacia dónde dirigirnos para dar compañía a los que están solos, arropar a los que tienen miedo, o aconsejar a los que tienen dudas; quizás el mundo sería un lugar mucho más bonito, mucho más seguro y mucho mejor.

    Y, por supuesto, la contribución de aquellos activistas de estas facetas anteriormente mencionadas; mucho más perdurable en el tiempo y encomiable en su labor... Claro que para eso hay que saber pensar y querer hacerlo. Algo para lo que solamente unos pocos están programados y muchos menos desean hacer, seguramente, por miedo a visualizar sus verdaderas esencias en un espejo y descubrir que el circo del que, en el fondo o en la forma, son integrantes; sólo hace gracia a los lerdos.

    09 ago 2022 / 00:00
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