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Los tres hijitos

    EN un pueblo no muy lejano vivía una madre con sus tres hijos. Todos eran muy felices en la sociedad del bienestar en la que vivían. Hasta que un día su madre les dijo: “Hijitos. Ya es hora de que viváis por vosotros mismos. Recordad. En este mundo, casi nada llega de manera fácil porque hay muchos lobos que acechan disfrazados bajo pieles de cordero. Deberéis aprender a distinguir el grano de la paja y a trabajar duro”.

    Harry, el menor de los tres, era un poco perezoso y no prestó demasiada atención a su madre. Acostumbrado a vivir con aires de realeza, se construyó una palapa de paja en Botswana y decidió tirarse a la bartola en una segunda residencia que le prestó un amigo en la costa de California. Por cierto. Que nadie se esfuerce en ponerle nombre a la Bartola. Háganme caso.

    A veces nos ponemos a darle tantas vueltas a las cosas, que confundimos lo Real con lo imaginario e inventamos historias delirantes para hacer creer a los demás que la tostada, en ocasiones, no tiene porque caer por el lado de la mantequilla. Allá cada cual con cómo interpreta las leyes. El caso es que, a Harry, la tostada siempre parecía caerle por el lado incorrecto. ¿Sería por eso que muchos le llamaban Harry el sucio?

    El hijo del medio, Tedros, prestó un poco más de atención a las palabras de su madre. Pero tampoco mucha. Es lo que tiene estar en el medio. Que uno nunca sabe muy bien a quién ni a qué atender. Además, quien está en el medio siempre acaba por llevarse todos los palos. Tedros lo sabía bien. Llevaba tres años encajando palos por la derecha y por la izquierda. Y con tanta madera, decidió construirse una casita. Material, tenía de sobra. Pero olvidó descargarse un buen tutorial de YouTube. Y así, la cabaña, que contaba con recursos para ser el fortín más seguro de la Tierra, empezó a zozobrar por todos lados. Tanto, que los vecinos empezaron a murmurar: ¡Vaya kraken que está hecho este Tedros!

    El mayor de los hijos se llamaba Georg. Era el más aplicado, ilustrado y disciplinado de los tres y vivía en una casa de piedra que había resistido a dos mil años de historia. Entonces, llegó 2023.

    A Harry le entró la tiritona, bajo su techo de paja, y decidió tirar de la manta. Tedros, harto de tanta madera, mandó abrir todas las puertas y recomendó volver a tapar las bocas. Y Georg, harto de mantener la suya cerrada, decidió ponerse a cantar.

    Cuando los lobos son tantos, no hay casa que resista la embestida.

    12 ene 2023 / 01:00
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