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Los vecinos y el alcalde

Tanto reírse de él por aquella famosa frase ininteligible y, al final, la mejor explicación sobre las elecciones municipales aún va a ser la que dio Mariano Rajoy cuando en plena tarde noche zamorana dijo que “es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”. No se entiende mucho, pero precisamente por eso al anterior presidente del Gobierno no le falta razón. En realidad, en la España que aguarda a la vuelta de la esquina los comicios locales se hace difícil comprender algo de lo que políticamente está pasando y aquí lo de menos, viendo el comportamiento de los principales partidos, son los vecinos, el alcalde y hasta los vecinos del alcalde que quiere que los vecinos sean alcalde. Lo que verdaderamente les importa a los líderes y a las direcciones nacionales de PSOE y PP non son ni los alcaldes ni los vecinos ni las ciudades, sino las elecciones generales que aparecen en el horizonte otoñal y las municipales las consideran una simple meta volante a mitad de esta alocada carrera, un mero paso intermedio por las urnas que conviene ganar pero no para mejorar la vida de los ciudadanos, sino para tener mayores posibilidades de alcanzar La Moncloa en el último trimestre del año.

Seguir vivo y en mejor o peor posición en la pelea por la presidencia del Gobierno es lo que se disputan Sánchez y Feijóo en estos juegos electorales de mayo o, al menos, eso piensan o dan a entender que piensan con sus declaraciones y movimientos sobreactuados de estos últimos días. El líder socialista incluso afirma tener la esperanza de que su contrincante popular pueda ser descabalgado de su candidatura si los resultados de su partido no cumplen las expectativas que hay puestas en él, aunque nada dijo de si ese mismo peligro planea también sobre su cabeza en el caso de que sea el PSOE el que se lleve un desencanto en las urnas, señal de que descarta totalmente el batacazo o su dimisión.

Sin embargo, no hace mucho en el PP albergaban la misma esperanza que Sánchez, pero al revés, que las municipales se llevaran por delante al inquilino de La Moncloa, facilitándole la posterior victoria en las generales, más o menos como en 2011 los mismos comicios hicieron desaparecer a Zapatero (que cedió a Rubalcaba la candidatura) y a una gran mayoría de los alcaldables socialistas, quemados en la hoguera de la recesión económica que el entonces presidente no vio venir. Pero, a estas alturas, en Génova ya saben que eso no va a suceder, primero porque este Gobierno gestionó mejor de lo esperado las diferentes crisis que le fueron saliendo al paso, desde la del coronavirus hasta la bélica, la energética o la inflacionaria, y segundo porque este presidente posee mucho de la resistencia rajoiniana, aquella por la que Angela Merkel identificaba a Mariano con un elefante por su piel tan dura.

Tengan la piel dura, la cara u otras partes del cuerpo, Sánchez y Rajoy comparten ese ADN que los distingue como maestros de la supervivencia política, lo que todavía no tiene acreditado Feijóo, pues aunque lleva muchos años en la primera línea lo hizo siempre a través de sus repetidos triunfos, lo que es, sin duda, un claro signo de su valía, pero no demuestra nada en materia de aguante, pues lo realmente difícil es mantenerse en medio de las derrotas. No parece probable que un posible tropezón en las municipales o en las autonómicas de mayo pueda acabar con su carrera, pero tal como está ahora el Partido Popular, no da la impresión de que pudiera sobrevivir a un buen castañazo en las generales, como lo hicieron Sánchez y Rajoy. Y esta circunstancia sí convierte los comicios de esta primavera en más transcendentales para él que para su rival socialista, pues si éste se le adelanta será complicado que le pueda vencer unos meses más tarde y, en ese caso, no dispondría ya de nuevas oportunidades.

A Sánchez, en cambio, unos buenos resultados en la primera cita electoral del año lo impulsarían para salir reelegido después como presidente, pero unos mediocres también le podrían beneficiar, siempre que el PP no sepa luego gestionar su embarazosa relación con Vox, con quien las encuestas auguran que estaría condenado a gobernar en numerosas plazas. Hasta ahora, la experiencia de la colaboración entre ambas derechas nos deja una radiografía –o una ecografía en 4D si así lo prefieren los de Abascal– nada halagüeña de la imagen que podrían proyectar para un hipotético gobierno en común en España.

Por eso Feijóo ambiciona volar solo. Pero antes necesita a muchos vecinos y muchos alcaldes que quieran que sean los vecinos los que voten al gallego. En locales y generales.

18 ene 2023 / 01:00
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