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Los velos del feminismo

    LA muerte en Irán de la joven Mahsa Amini, a consecuencia de las represalias sufridas por llevar mal colocado el velo, y las posteriores manifestaciones en la República Islámica en contra de las autoridades y de la policía de la moral iraní, han vuelto a atraer la mirada de la comunidad internacional y de la opinión pública sobre la cuestión de la vestimenta de las mujeres.

    Toda orientación o adscripción que se tilde de feminista debería hermanarse con las reivindicaciones de todas esas mujeres que ven coartadas sus libertades, también a la hora de vestir. Por eso ha sorprendido la tardía y tibia reacción de algunas feministas y dirigentes políticas de izquierdas de nuestro país ante la situación de las mujeres iraníes.

    Los malpensados han barajado que esta velada respuesta podría responder a los contactos de algunos grupúsculos de la izquierda radical española con el régimen iraní. Otros han apuntado una supuesta defensa de la multiculturalidad; esto es, de las costumbres y tradiciones de Oriente, que Occidente estaría intentando suprimir.

    Tampoco han faltado quienes han comentado tal actitud como una muestra más de la inexperiencia de políticas españolas en puestos ministeriales relacionados con cuestiones de igualdad y género.

    En un mundo ideal, las mujeres deberían poder elegir libremente si quieren llevar velo, hiyab, niqab, burka, minifalda o bikini. De hecho, no faltan mujeres, aunque son las menos, que defienden su opción de llevar velo.

    Si las feministas con poder pretenden respetar la idiosincrasia de las diferentes culturas y religiones, entonces han de hacerlo tanto con el islam como con el cristianismo, sin renunciar a criticar y denunciar públicamente cualquier práctica que atente no sólo contra la vida de las mujeres, sino incluso contra su dignidad, sin importar el pretexto cultural o religioso.

    Tampoco podemos limitarnos a rechazar el machismo en Occidente, pues las mujeres orientales deben tener los mismos derechos que nosotras disfrutamos. Además, en un mundo globalizado lo que ocurre allí nos termina afectando aquí, como ocurrió con el crimen de las hermanas de Tarrasa.

    Al igual que entonces, y de forma semejante a los casos de agresiones contra las mujeres a manos de musulmanes, se evidencia una diferente vara de medir que no se puede consentir ni un minuto más.

    Tanto en Oriente como en Occidente hay conductas patriarcales vejatorias para las mujeres que han de ser igualmente criticadas, al igual que hay hombres solidarios en ambos contextos, como se está viendo con los jóvenes iraníes que participan estos días en las protestas.

    Una de las bases del feminismo es la sororidad; y todo feminismo que no sea incluyente, y solidario con las libertades y las reivindicaciones de todas las mujeres, corre no sólo el riesgo de convertirse en esencialista, sino el peligro de caer en un fundamentalismo discriminatorio y nocivo para las mujeres que ha de ser denunciado.

    01 oct 2022 / 01:00
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