Luis Menéndez presentó en Santiago su documental sobre la gallega Egeria

La ninfa Egeria, a quien Numa Pompilio –tras Rómulo, el segundo rey de Roma– dictaba sus leyes de parte de los dioses, fue convertida en fuente por la diosa Diana, dejando Egeria, desde entonces, latir el susurro de sus aguas en el interior de una gruta próxima a Roma, en el valle de Cafarella. Una romántica historia a la que el romántico Lord Byron dedicó hacia 1812 un delicado poema en su Childe Harold’s Pilgrimage (“Las Peregrinaciones de Childe Harold”).

Y aunque sí de peregrinaciones y de Egeria, no es de la ninfa acuática romana de quien el periodista, escritor y realizador Luis Menéndez Villalva (Presidente de la «Asociación de Periodistas de Santiago de Compostela», y del «Centro Internacional de Prensa», recientemente inaugurado en la capital compostelana) ha realizado un fantástico documental (el día 20 del actual fue presentado en el Paraninfo de la USC, en el marco de las «XIII Lecciones Jabobeas Internacionales») sino de la históricamente conocida como «La monja Egeria» la primera peregrina a Tierra Santa. Una mujer nacida en Galicia, pionera y adelantada a su tiempo, perteneciente a la más alta nobleza hispanorromana y con lazos de parentesco con el emperador hispanorromano (segoviano, nacido en Coca) Teodosio.

Muy posiblemente por ser gallega, en su dorada juventud se manifestó en Egeria un irrefrenable deseo de peregrinar, de viajar y de conocer los sitios en los que el Cristianismo hunde sus raíces: la Tierra Santa. Un lugar de peregrinación que puso de moda Santa Elena (madre del emperador Constantino) quien cual Indiana Jones de la época puso todo su empeño en encontrar la madera de la cruz en que fue crucificado Jesús (el lignum crucis). Y, supuestamente, la encontró. Por esta razón, Santa Elena es la patrona de los arqueólogos.

Culta e inteligente, bien formada e informada, Egeria encaminó su peregrinación hacia Oriente y atravesando la «Vía Domitia» llegó hasta la capital de la Pars orientis del Imperio romano, Constantinopla. Prosiguió su viaje hasta Jerusalén y recorrió los principales parajes bíblicos, incluido el Sinaí y algunos lugares de Mesopotamia. Esta ruta de peregrinación pudo haber durado tres años, entre el 381 y el 384, fecha esta última en la que Egeria habría emprendido el tornaviaje.

En Jerusalén, Egeria fue testigo de excepción de las procesiones que los cristianos llevaban a cabo, en remembranza de la crucifixión y de la Resurrección del Señor. Tan es así, que quizás por el eco de sus crónicas, el noroeste de la Península Ibérica fue el primer lugar de Europa en que se realizaron celebraciones semansantistas en recuerdo de la entrada de Jesús en Jerusalén, origen de la Semana Santa.

Sin embargo, a partir de la muerte de Egeria (cuya fecha y lugar desconocemos, quizás le acaeció en algún lugar de la actual Turquía) a finales del siglo IV, nada volvió a saberse de ella. Y es que hasta comienzos del siglo XX, el maravilloso relato de su viaje (peregrinatio) –desde Galicia a Tierra Santa– que ella mismo escribió, fue atribuido a la francesa Santa Silvia de Aquitania.

Sin embargo, en el mes de octubre del año 1903 (para alegría de gallegos y desencanto de gascones) una investigación publicada en la «Revue des Questions Historiques» por el historiador benedictino Mario Férotin (especialista en hagiografía y liturgia primitiva cristiana de España) desvelaba que la llamada “Peregrinatio Silviae” a Tierra Santa, no era obra de Santa Silvia, sino de la gallega Egeria.

Y para demostrarlo, Férotin hacía referencia a una carta que un monje español, llamado Valerio, escribía a sus compañeros frailes del Bierzo (ad Fratres Bergidenses) en la que, para estimular su fe y obras al servicio de Dios, les proponía el ejemplo de la “virgen Ethéria” [Egeria] y el coraje y determinación de los que había ella dado muestras iniciando y llevando a buen término su peregrinaje a Tierra Santa”.

Y aún más, el texto de la Peregrinatio también aparecía citado en un catálogo del siglo XIII perteneciente a la Biblioteca de San Marcial, en Limoges (Francia) mencionado como «Itinerarium Egeriae abbatissae» (“Itinerario de la abadesa Egeria”) el cual, a su vez, contenía muchas expresiones y vocabulario propios del latín popular de la España del siglo IV (como por ejemplo, el uso del verbo plier, por llegar). Hechos todos ellos incontestables de que la autora de dicho texto había sido la peregrina gallega Egeria.

El documental realizado por Luis Menéndez Villalva, fue grabado en los escenarios de Tierra Santa que nombra la monja gallega en su Peregrinatio, y en condiciones muy difíciles y no tanto por las trabas burocráticas de los países (Israel, Turquía y Jordania) en que fue rodado, sino por las duras condiciones climáticas, de manera que hubo días de rodaje en que cámaras y actores se vieron obligados a trabajar con temperaturas que alcanzaban los 45 grados a la sombra. Vamos, como ahora en el verano de Galicia.

Pero el trabajo invertido (20 años de investigaciones, estudios y meticulosa preparación, según el propio Luis Méndez Villalva comenta) mereció sobradamente la pena, pues el resultado es un documental de impecable realización, basado en un magnífico guión y en una gran interpretación de su elenco de actores. Así mismo, por lo sugerente de su propuesta, el documental resulta atractivo para todos los públicos y su amena puesta en escena, hace que los 50 minutos de metraje se hagan cortos al espectador.

Además, a la excelente realización, cabe añadir que «Egeria, la primera peregrina» pone el foco en una mujer tan trascendental para la historia de las peregrinaciones (también la peregrinación a Santiago) como –incomprensiblemente–- poco conocida, no solo en España, sino también en Galicia, su tierra natal. Por lo tanto, solo queda que podamos tener la satisfacción de contemplar en breves fechas este magnífico documental en las públicas TVGA, y RTVE. Que así sea.