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Mareas vivas

    TAN importantes son las mareas en Galicia que dos de las posibles candidaturas autonómicas se han bautizado con ellas. En Marea todavía deshoja la margarita y la sucursal de Podemos en la comunidad opta por un apellido compuesto que da como resultado Galicia en Común-Anova-Mareas. Sin embargo no por ello el proceso de pleamares y bajamares se ha tenido en cuenta para la ordenación del aforo playero, siendo así que el conselleiro de Sanidade se ve obligado a aclararle al Gobierno que nuestras mareas se comportan de un modo peculiar, subiendo y bajando más que en otros sitios.

    Son rebeldes porque al mundo las hizo así. No es que sean nacionalistas como pudiera pensar un líder de Vox, sino que la naturaleza hace que su vaivén sea diferente. Ni siquiera en los tiempos en que hubo poderes fuertemente centralizados se logró que las mareas de las Españas se ajustasen a un mismo patrón. Si bien el CIS no ha hecho ninguna encuesta al respecto, no es probable que los gallegos deseasen unas mareas adaptadas al ritmo mediterráneo. La cuestión es que las mareas determinan la ocupación de las playas y la separación de la gente en esta nueva etapa en la que aquellos “marcos” que delimitaban las fincas de nuestros parientes del rural, se van a trasladar a la arena. Si antes defendían la propiedad, ocasionando mil y un pleitos, ahora señalarán el confinamiento en la arena, esperemos que con menos litigios entre los usufructuarios.

    El aviso del conselleiro va más allá de lo anecdótico. Iniciamos el viacrucis de la pandemia convencidos de que centralizar competencias era el mejor antídoto administrativo, y poco a poco nos hemos percatado de que gracias a las autonomías se han corregido las miopías del poder central, que está integrado paradójicamente por conspicuos federalistas y algún partidario de la autodeterminación. Los historiadores refieren el aislamiento de Felipe II en El Escorial, luchando desesperadamente por gobernar desde su anticipado mausoleo el imperio donde el sol no se ponía. Ahora la burbuja del Madrid político es más sofisticada y no administra virreinatos y posesiones lejanos, y aún así no entiende que las mareas de aquí se comporten a su manera.

    De nada vale que haya ministros gallegos familiarizados con ellas porque lo olvidan una vez dentro de esa cápsula gubernamental de secano. Tampoco parece útil la existencia de competencias costeras dependientes de un Ministerio, ni los cargos públicos y militantes de los partidos gubernamentales que deben saber que las mareas de aquí tienen mucho carácter. Ha de ser el conselleiro quien avise de que las playas no se pueden reglamentar de manera uniforme, al ser una propiedad que el mar cede de acuerdo con sus propias normas.

    No andaba descaminado Manuel Fraga cuando escandalizó a propios y extraños con su idea de la Administración Única en favor de las autonomías. Se anticipaba a situaciones como esta en las que el poder central se esfuerza por abarcar lo que no puede, y acaba cediendo la desescalada a los sherpas territoriales conocedores de la montaña. Por de pronto los habitantes del nuevo Escorial ya saben algo de las mareas vivas.

    25 may 2020 / 23:23
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