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María Oruña, dama del misterio

    HABLO con la viguesa María Oruña, como parte de la liturgia literaria anual. Oruña sigue en la novela negra, o policiaca, o de misterio, como le gusta decir a ella, con la que se ha hecho un sitio a través de ese homenaje a Dolores Redondo en la figura de la teniente Valentina. Valentina Redondo, naturalmente. Acaba de sacar novela, Lo que la marea esconde, publicada por Ediciones Destino. Y otra vez te atrapa irremediablemente.

    Se trata de una nueva entrega de la serie Los libros de Puerto escondido, con el paisaje cántabro, que ella conoce tan bien, como gran escenario. Hace menos de un año, en San Estevo de Ribas de Sil, Oruña presentaba otra historia, una novela galaica, que nos llevaba al siglo XIX y al enclave majestuoso de la Ribeira Sacra. Me dijo entonces que Galicia siempre está ahí, en su pensamiento, y que esa novela tenía que escribirla. Pero no puede abandonar, ni quiere, el misterio de Puerto Escondido. Sus personajes siguen llamando con fuerza. Y sus lectores, también.

    Me dice que trabaja sin parar, que la literatura es un oficio esforzado. “Pero no suelo hacer nada hasta que no tengo todo el material disponible”, explica. “Concibo mis novelas como una sucesión de escenas”, sigue diciendo. Y esta vez todo sucede en un Santander que se parece mucho al real, con el Palacio de la Magdalena como edificio imprescindible, como gran polo de atracción.

    Apenas han pasado seis años desde que María Oruña comenzó a despuntar. Puerto escondido se publicó en 2015. Desde ese éxito inicial, todo ha sido una construcción metódica de sus historias. La novelista conoce bien el terreno porque siempre está explorando. Nunca pierde de vista lo real. Ahora, sin moverse del escenario cántabro, nos lleva al mar, en la bahía santanderina, a bordo de una goleta, La Giralda.

    Lo que sucede a bordo es que Judith Pombo, la presidenta en la ficción del Real Club de Tenis de la ciudad, aparece muerta en un camarote que está cerrado por dentro. Un barco que navega es, también, una habitación cerrada. Judith Pombo, de la que poco a poco conoceremos detalles biográficos que la dibujan como, al menos, un personaje ambicioso y difícil, celebraba una pequeña fiesta a bordo de la goleta, acompañada de un puñado de amigos o conocidos. Nadie parece estar implicado, pero Redondo concluye que cualquiera de ellos hubiera podido estar interesado en su desaparición.

    A primera vista, la novela tiene ecos de Diez negritos, y ese perfume de Agatha Christie, “pero Diez negritos sucede en una isla”, recuerda Oruña. La última versión de la BBC (Movistar) está cargada de aire maléfico. La Christie vendió cien millones de copias de la novela (está entre los diez libros más vendidos, y al parecer también más leídos, de todos los tiempos). El caso de Agatha Christie, tan olvidada en cualquier canon, es paralelo al de otros autores de lo policiaco: la crítica se ha resistido a aceptar su rara maestría.

    María Oruña explica que se ha leído muchísimas novelas de habitación cerrada, de Conan Doyle a Poe, pero que su verdadera influencia no es otra que El misterio del cuarto amarillo, la ópera prima de Gastón Leroux. Llama la atención en la novela no sólo esa idea del mal asociado a la ambición desmedida, ese lado oscuro de la riqueza, sino el escrupuloso respeto por el procedimiento policial. “Su trabajo me ha costado”, me dice. Todo para invitarnos a entrar en el juego. Para obligarnos a hacer conjeturas. María Oruña sigue fiel a su estilo. Esta vez la nave del misterio es una goleta.

    17 jun 2021 / 01:00
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