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Más turismo de ocurrencias

    “EN la Galicia litoral el avance del feísmo es a veces desaforado” porque “el territorio sigue siendo la principal política pendiente de todos los gobiernos. De seguir así (...) los que nos sucedan ya no podrán gozar de la autoestima territorial que nosotros hemos disfrutado (...). Y esa generación de dirigentes y profesionales imbuidos del desarrollismo no podrá eludir su responsabilidad”.

    Lo entrecomillado era la voz de alarma, hace algunos años, del catedrático de Geografía Humana de la USC Andrés Precedo Ledo, que avisaba de la continuidad de dichas prácticas urbanísticas “como si algunas mentes no hubiesen traspasado aún el umbral del s. XXI”.

    Ahora, la insistente reclamación al Estado de las competencias sobre dicho borde costero, en exigencia digna de más documentadas mentes dirigentes, concluye con el anuncio de la Xunta de optimizar las potencialidades turísticas de dicho litoral con la recuperación del patrimonio abandonado (faros, molinos, escuelas, industrias) que en número de 361 están inventariadas.

    En el proyecto, la creación de una red de establecimientos turísticos “al servicio de un turismo de calidad, diversificado y desestacionalizado” que favorezca “el desarrollo sostenible del litoral” (?). Decisión que, se expresa literalmente, no rechaza bordear al máximo las leyes vigentes –como homologar hoteles con viviendas individuales– para propiciar cambios de uso que supondrán nuevos y desaforados ataques al patrimonio, concebido en su triple condición de natural, cultural y ambiental.

    Las cada vez más atrabiliarias
    políticas turísticas de la Xunta, basadas en el cortoplacismo y las
    rentabilidades inmediatas de unos pocos a costa de hipotecar el futuro de todos, se ciernen ahora so-
    bre el litoral en esta nueva pro-puesta que por fortuna será tan raquítica en su desfeita como anémica es la ambición presupuestaria del proyecto –29,3 millones– frente al número de inmuebles y a los 2.500 kilómetros de costa, capaces por sí mismos de soportar esta reduccionista expectativa de las potencialidades que un buen uso de esas edificaciones y espacios podrían suponer para la economía y la convivencia de los habitantes de dichos lugares.

    Como, por lo que se ve, sus responsables no se perciben muy aficionados a la lectura científica del sector que gobiernan, resulta ocioso recordar aquí los más avanzados estudios sobre turismo sostenible y las exigencias que implica. Pero por si un gramo de luz alumbra en tan distraídas mentes, apuntemos apenas la reflexión de un profesor de una universidad lusa, Xerardo Pereiro, estudioso de nuestro turismo rural. Ponga el lector actividad marítima donde el autor habla de lo agrícola y sacará alguna conclusión de provecho: “El turismo no beneficia automáticamente otras actividades económicas y menos las actividades agrarias de base local, pero mucho menos cuando se plantean políticas de substitución de la agricultura por el turismo o de separación de ambas actividades”.

    Si lo que se busca es la proyección de la vecindad de ese litoral hacia un futuro más productivo, sostenible y con un reparto equitativo de la riqueza, la Economía Azul ofrece muchas más oportunidades que este repetitivo turismo de ocurrencias.

    Pero de eso aún no se enteraron en San Caetano.

    09 ene 2023 / 01:00
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